lunes, 3 de septiembre de 2012

LOS PADRES VACÍOS

Aquí os pongo un artículo muy interesante a la hora de educar a los hijos,espero que os guste.


Artículo de Josë Luis Cano Gil
                              Los padres vacíos

Los interesados en la psicología profunda conocemos bien la necesidad indispensable de unos padres sanos y amorosos para el desarrollo de unos hijos igualmente sanos y felices. Hay, sin embargo, un tipo de padres sanos y amorosos que también pueden producir graves neurosis en sus hijos, lo que, en principio, parece desconcertante. Pero, si describimos con detalle a este tipo de progenitores, que llamaremos padres vacíos, comprenderemos fácilmente la paradoja.
Los padres vacíos no sufren necesariamente ningún problema neurótico serio, aman y se preocupan activamente por sus hijos, les ofrecen todo lo mejor a su alcance -cuidados excelentes, la mejor comida, ropa, estudios, caprichos, consejos, viajes, dinero, etc.-, y se angustian ante la menor dificultad de sus retoños. Afirman con legítimo orgullo que sus hijos son "muy deseados" y que "quieren lo mejor para ellos", por lo que toda su vida se entregan a todo tipo de esfuerzos y sacrificios "por el bien" de aquéllos... Confían plenamente en los frutos futuros de su abnegación, incluso esperan cierta gratitud por ella, y aguardan los resultados...
Pero, a menudo, algo falla incomprensiblemente. De repente, estos niños "privilegiados", a veces desde sus primeros años, se sienten extrañamente agitados, ansiosos, agresivos, depresivos, temerosos, desmotivados, dependientes, inmaduros, sin autoestima, incapaces, llegada la juventud, de afrontar con éxito la vida. No logran experimentar amor o gratitud -salvo superficialmente- hacia sus sacrificados padres, que se sienten perplejos y angustiados ante la inesperada situación. Muchos acusarán a sus hijos de "mimados", "egoístas" o "ingratos", o creerán que sufren una "enfermedad mental". La explicación, sin embargo, es muy distinta, y también muy simple: estos niños son "raros" porque su corazón está helado, anémico de ternura, carcomido por el desamor. ¿Cómo es esto posible?
Los padres vacíos aman, en efecto, a sus hijos sincera y bienintencionadamente, pero únicamente a través de actos físicos (conductas, cuidados, bienes materiales), y casi nunca psicoafectivos. Careciendo de "inteligencia emocional" -tan de moda hoy-, aman sólo a través de representaciones del afecto (comportamientos protectores) pero no del afecto mismo (empatía, intimidad, cariño, caricias, tiempo y juego compartido, etc.). Su amor es, así, exclusivamente práctico, plano, frío, parcial, emocionalmente vacío. Suelen ser padres abrumados desde niños por duras condiciones psicosociales y económicas (posguerra, pobreza, emigración, penalidades laborales, enfermedades, estilos de vida autofrustrantes, etc.) que, para sobrevivir, tuvieron que aprender a reprimir drásticamente sus sentimientos, centrarse en las conductas "adecuadas" y convertirse en secos autómatas, sin tiempo para los afectos. Los padres vacíos no son principalmente neuróticos (aunque también pueden serlo), sino víctimas sociales, trabajadores anónimos, piezas numeradas de la rígida maquinaria social. Por eso temen y evitan los sentimientos y, en realidad, todo aquello ajeno al duro caparazón que los protege. 
El resultado es que sus hijos se sienten cuidados -como alumnos de una escuela-, pero aislados y desvalidosemocionalmente. Sus corazones no logran acumular calor, cariño, vinculación, confianza, seguridad, autoestima; de hecho, ni siquiera ven a sus padres la mayor parte del día, pues éstos siempre están ocupados o trabajando "por su bien". Ante semejante esfuerzo parental, ¿qué niño se atreverá expresar su protesta, su dolor, su rabia? Sus sentimientos no sólo desconcertarán y aterrorizarán a sus padres (que están castrados), sino que él mismo se sentirá insoportablemente injusto y culpable por criticar a unos padres tan heroicos. De este modo, callará, aguantará, tragará, se resignará... e incluso se esforzará por ser un "buen chico/a". Hasta que el dolor secreto llega a ser tan grande que se transforma en síntomas neuróticos (hiperactividad, depresión, ansiedades, inadaptación, etc.) y entonces los padres vacíos, confusos y angustiados, llevan al hijo/a a un psicólogo conductista -es decir, reeducador del comportamiento- o, peor aún, a un psiquiatra. Y se preguntan: "¿qué hemos hecho mal?"
Es la paradoja del amor parental, tan simple y, a la vez, tan complejo: no basta con cuidar o educar a los niños, sino que es igualmente indispensable compartir con ellos la afectividad, la ternura, los sentimientos. Una educación sin afectos puede ser tan nociva como una afectividad sin educación (negligente). Los niños no necesitan guardianes, enfermeras, preceptores o guardaespaldas "por horas", sino -idealmente- padres sanos, lúcidos y cariñosos a tiempo completo. Cuanto más nos alejamos de este ideal, más los empujamos a la desdicha.

2 comentarios:

  1. Psicóloga muy aguda y muy activa y certera en las terapias, con una clara voluntad de ayudar.

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  2. Gracias ángela, por tus palabras, ¿quieres que hable de algún tema en especial?

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