lunes, 28 de enero de 2013
Os dejo con 2 artículos más que tienen que ver con la resiliencia y para tener buenas prácticas los maestros.
Por Jose Antonio Marina
La palabra “resiliencia” no me gusta, pero desde que la puso de moda Boris Cyrulnick con su libro El patito feo, resulta casi inevitable utilizarla. Designa la capacidad para resistir, superar, enfrentarse adecuadamente a las circunstancias adversas. Es lo que los filósofos griegos y medievales consideraban la virtud de la fortaleza.
Cuando seamos lo suficientemente inteligentes para recuperar la teoría clásica de las virtudes (cosa que ha hecho la psicología americana desde hace más de una década) sustituiremos “resiliencia” por “fortaleza”, que es un concepto más poderoso. Pero mientras esto sucede, seguiré la moda para evitar confusiones.
La falta de resiliencia supone vulnerabilidad ante dificultades, o simplemente ante el esfuerzo. Menciono hoy este tema porque Cyrulnik y Jean-Pierre Pourtois , especialista belga en psicosociología de la educación familiar y escolar, han dirigido el libro titulado École et Résilience, que nos conviene conocer. Aprovecho la ocasión para pedir ayuda a quienes dominéis el francés.
La pedagogía escrita en esta lengua es muy interesante, en especial la procedente de Quebec, y sería fantástico que nos ayudarais a darla a conocer, haciendo resúmenes de libros que os enviaríamos, y que publicaríamos en esta página. Animaos, pues.
En uno de los capítulos del libro mencionado, Bernard Terrise y Marie-Louise Lefebvre (ambos de la Universidad de Quebec) hablan de la escuela resiliente. “Escuela resiliente -escriben- es aquella que, aunque enfrentada a condiciones difíciles, consigue mantener tasas de éxito escolar satisfactorias y consigue que las conductas problemáticas (violencia, delincuencia, absentismo) estén al mismo nivel que las mejores escuelas”.
Tenemos estudios que muestran que en un medio difícil, en iguales condiciones sociodemográficas, unas escuelas tienen mejores resultados que otras. Es decir, que aunque los factores sociales tienen una influencia indudable, existen factores internos a la escuela que pueden amplificar o reducir el efecto de esos factores. No se trata de negar la relación entre nivel socioeducativo de la familia y éxito escolar. El factor de riesgo aumenta cuando una escuela tiene un porcentaje demasiado alto de alumnos que proceden de un medio sociocultural deprimido. De una escuela donde el 70% de niños proceden de esta situación social, se dice que es un “medio sustractivo”, mientras que si sólo es del 30%, se la considera un “medio aditivo”.
No obstante, los estudios de los “sociólogos de la escuela” nos dicen que la escuela tiene capacidad para influir en el éxito escolar a pesar de los factores externos. La procedencia de los alumnos no es una barrera insalvable.
Hattie, en una síntesis de 134 metaestudios publicada en el Australian Journal of Education, ha establecido que la influencia del medio familiar sobre el resultado de los alumnos es de 0’38. Mientras que el de la escuela era del 0’52. Estas son cifras medias, lo que quiere decir que habrá escuelas que influyan más y otras menos. Pero la conclusión es clara. Nosotros podemos ser quienes alteremos el destino de esos alumnos.
Para ello, tenemos que rechazar una pesimista concepción de la escuela, que, sin embargo, se nos vendió como progresista. Me refiero a la de Ivan Illich o a la de Pierre Bourdieu, que pensaban que la escuela solamente “reproduce” la ideología social triunfante. Eso sería la “escuela perezosa”, la de los docentes “servicio doméstico”. La verdadera escuela es resiliente tiene recursos para afrontar la adversidad, y lo hace porque comprende que es el salvavidas de los desfavorecidos, su última y única esperanza.
Como ha señalado Gérard Chauveau en Écoles et quartier, los alumnos procedentes de zonas económicamente deprimidas son los mas sensibles a la variabilidad de la eficacia pedagógica de los docentes. Es decir, son los más perjudicados por los malos, y los más beneficiados por los buenos profesores. Para tener éxito, las escuelas tienen que alcanzar lo que los autores llaman “eficacia colectiva”.
La escuela resiliente
El buen profesor.
Por Carmen Pellicer
Vamos buscando, como dice Jose Antonio, buenas prácticas educativas, como semillas de cambio que, de savia vigorosa, sean capaces de comerse tanta cizaña mediática que hace tambalear la esperanza de que la educación puede transformar un futuro que vemos tan incierto. Y sabemos que, en el fondo, todas las experiencias educativas de éxito tienen un solo elemento en común: buenos profesores que las incitan y acompañan, no para brillar ni presumir, sino para que sus alumnos aprendan y crezcan. Por eso, muchas están ocultas y quedan en lo secreto de la cotidianidad de cientos de nuestras aulas.
Queremos desvelarlas, y a sus artífices, los buenos maestros. Aprendemos cada día de todos ellos el significado y el poder que se esconde detrás de ‘dar clase’, de ponerse delante de un grupo de niños, que, aunque solo por un instante están expectantes. Algunos, cual magos del espíritu, son capaces de lograr imposibles y marcar huellas en sus mentes y en sus corazones. ¿Cómo son esos protagonistas de las mejores clases? ¿Cómo es un buen profesor?
Este es nuestro particular decálogo:
1. Sabe y cree que lo que sabe es importante y necesario para comprender la vida y a uno mismo, y para avanzar, y por eso profundiza en el conocimiento de lo que quiere enseñar y busca las maneras de hacerlo sencillo y comprensible para todos los alumnos.
2. Conoce bien a sus alumnos, no solo como son, sino también por qué son como son y, sobre todo, de qué son capaces. Tiene de cada uno de ellos una visión de hacia dónde pueden crecer en todas sus dimensiones, y sabe cómo empujarles hacia adelante para lograr lo mejor de ellos mismos.
3. Identifica las necesidades y los momentos en los que está cada alumno y cómo afectan a su desarrollo personal y genera una multiplicidad de oportunidades y recursos variados para que todos se impliquen y aprendan en profundidad.
4. Maneja con agilidad diferentes estrategias y metodologías que dotan a la clase del ritmo y las tensión necesaria para estimular la motivación, la curiosidad, la atención y la reflexión de sus alumnos.
5. Hace a sus alumnos cada vez más autónomos y protagonistas de su propio aprendizaje, creando un clima cálido y respetuoso de participación y colaboración mutua, gestionando los conflictos con firmeza y eficacia.
6. Fomenta la creatividad y amplía los horizontes de aprendizaje facilitando el acceso a diferentes recursos, experiencias, lenguajes, interlocutores y herramientas tecnológicas.
7. Dedica tiempo y esfuerzo personal a pensar sobre cada uno de sus alumnos y sus clases, que prepara, planifica y modifica a la vez que estudia, investiga y contrasta para crecer con y para ellos.
8. Acompaña los procesos de maduración y aprendizaje de cada alumno, evaluando y discerniendo sobre lo que ve y lo que revela aquello que ve, y proponiendo iniciativas de mejora y superación continua.
9. Comparte su conocimiento y experiencia, y trabaja en equipo con sus compañeros, implicándose en un proyecto común que ayude a sus alumnos más allá de su aula y de su misma escuela, haciendo cómplices de su educación a las familias y otros agentes sociales presentes en la vida local.
10. Disfruta de los éxitos de sus alumnos y vive sus fracasos como propios, cree en lo que hace y sabe que lo que hace puede marcar una diferencia en sus vidas, y por eso se compromete con ellos, y saca lo mejor de sí mismo para ellos.
Pero creo, que al final, y después de muchos años de docencia, he aprendido que tienes que quererles lo suficiente para que te importen. Esto no se puede poner en el decálogo porque el cariño no se puede exigir, solo regalar. Por eso, delante de cualquiera de mis grupos de alumnos, pequeños y grandes, necesito dejarme seducir y embaucar por ellos, y entonces dejarme la piel y la vida en arrancarles sonrisas, miradas de complicidad, preguntas e inquietudes, hacerles enfadar y sorprenderles.
Y entonces ese cariño que se nutre del roce diario, la impaciencia, el cansancio superado, la rutina que se rompe, a la vez que de las miles de recompensas fugaces que recibes cuando les ves crecer y ser más y mejor. Ese cariño es el que les educa, y el que te sostiene a ti.
viernes, 25 de enero de 2013
Una gran palabra!!!!
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves
La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. "A pesar de traumas graves, incluso muy graves, o de desgracias más comunes.
¿Qué es la resiliencia?
El vocablo resiliencia tiene su origen en el latín, en el término resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar. El término resiliencia se refiere originalmente en ingenieria a la capacidad de un material para adquirir su forma inicial despues de someterse a una presión que lo deforme. Fue adaptado a las ciencias sociales para caracterizar aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicologicamente sanos y exitosos (Rutter, 1993). Asi, al hablar de resiliencia humana se afirma que es la capacidad de un individuo o de un sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente a pesar de las dificiles condiciones de vida y más aún, de salir fortalecidos y ser transformados por ellas. Posiblemente, la resiliencia en cuanto realidad humana sea tan antigua como la propia humanidad, sin embargo el interés científico en ella es mucho más reciente. Personalidad resiliente El concepto de personalidad resistente aparece por primera vez en la literatura científica en 1972, en relación a la idea de protección frente a los estresores. Son Kobasa y Maddi los autores que desarrollan el concepto, a través del estudio de aquellas personas que ante hechos vitales negativos parecían tener unas características de personalidad que les protegían. Así, se ha establecido que las personas resistentes tienen un gran sentido del compromiso, una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos y están más abiertos a los cambios en la vida, a la vez que tienden a interpretar las experiencias estresantes y dolorosas como una parte más de la existencia. En general, se considera que es un constructo multifactorial con tres componentes principales: compromiso, control y reto. La personalidad resiliente no es invulnerable, no niega la crisis, no es impasible ante la adversidad. En el interior de la persona resiliente, bajo la aparente debilidad (la palmera que se dobla), hay una fortaleza. De hecho, es sabido cómo mucho de nuestro sufrimiento con ocasión de las crisis que experimentamos tiene su raiz no en lo que nos hiere, sino en la manera en que elegimos manejar y vivir esa herida. Diríamos que la disposición de buscar un para qué a todo lo que nos ocurre, aunque no comprendamos el por qué, forma parte de esta voluntad de crecer en la crisis. La resiliencia es, en último término, el resultado de múltiples procesos que contrarrestan las situaciones de crisis. Se trata de una dinámica en la cual se podrían señalar algunos elementos tales como: la defensa y la protección de uno mismo, el equilibrio ante la tensión, el compromiso ante lo que sucede, la responsabilidad activa, el empeño por la superación, la capacidad de dar un sentido y reorientar la propia vida en la crisis, la visión positiva en medio de la negatividad, la capacidad creativa de reacción. Los seis pilares de la resiliencia
Son elementos distintos que se complementan entre si, empezando por las conexiones afectivas gratificantes con otras personas y ciertas funciones ejecutivas personales, como la aptitud de regular emociones, identificar metas y programar los pasos para conseguirlas. También figuran entre ellos la localización del centro de control en uno mismo, en lugar de desplazarlo a fuerzas externas, y la autoestima saludable. Los otros pilares son la tendencia a percibir y explicar las cosas positivamente o considerando sus aspectos más favorables y la conciencia de motivos personales que den significado a la vida. Crisis que son oportunidades
Aparecen entonces, algunos elementos básicos de la resiliencia: la resistencia frente a la destrucción o la capacidad de proteger la propia integridad a pesar de la presión, dicho en otras palabras la superación de las crisis, el dolor, la muerte, la pobreza, como situaciones límites ante las cuales se resiste el ser humano, como luchador innato y sobreviviente de la esperanza ; y el otro elemento lo constituye la capacidad de construir o reconstruir su propia vida a pesar de las circunstancias difíciles. Es el concepto oriental de las crisis: como dificultad y como oportunidad. Las crisis son conflictos de alta intensidad y por lo tanto con un alto poder de transformar individuos y sociedades. Textos de interés: Bermejo, José Carlos:"Resiliencia". CHS. 2011. Rojas Marcos, Luis: "Superar la Adversidad. El Poder de la Resiliencia. Ed. Espasa, 2010.
miércoles, 23 de enero de 2013
Nuevo taller de Inteligencia Emocional.
Como tuvo tanto éxito repito el taller, teneis otra oportunidad los que os quedasteis con las ganas. Os espero.
miércoles, 16 de enero de 2013
CUIDADO CON LAS EXPECTATIVAS!!!
Las personas se la pasan la mayor parte de su vida
sintiéndose ofendidas por lo que “alguien” les hizo. La sorprendente
revelación, va a cambiar tu vida: ¡Nadie, nunca jamás te ha ofendido! Son tus
expectativas de lo que esperabas de esas personas, las que te hieren. Y las
expectativas las creas tú con tus pensamientos. No son reales. Son imaginarias.
Si tú esperabas que tus padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes porqué sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que “un padre ideal” debió hacer contigo, las que fueron violadas. Y tus ideas son las que te lastiman. Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo, tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una parte, el hábito se desarma. El hábito de sentirte ofendido por lo que “te hacen otros” (en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las “ofensas”.
Si tú esperabas que tus padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes porqué sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que “un padre ideal” debió hacer contigo, las que fueron violadas. Y tus ideas son las que te lastiman. Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo, tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una parte, el hábito se desarma. El hábito de sentirte ofendido por lo que “te hacen otros” (en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las “ofensas”.
Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera
naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros
padres, la escuela, la sociedad y los medios nos enseñan. Y crean una novela
falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y cómo
“deben” de actuar los demás. Una novela que no tiene nada que ver con la
realidad. También, las otras personas son criaturas de inventario. A lo largo
de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las
almacenan en su inventario interior.
Las experiencias negativas dejan
una huella más profunda en nosotros que las positivas. Y cuando una persona es
“maltratada” (por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella) por
alguien, deja esa experiencia en su “inventario”. Cuando conoce a otro alguien,
tiene miedo. Y trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes
que las que le hirieron, o sea que se predispone. Saca una experiencia de su
inventario negativo. Se pone los lentes de esa experiencia y ve a las nuevas
personas y experiencias de su vida, con esos lentes, obviamente lo que teme lo
provoca. ¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias
negativas. Y el inventario negativo sigue creciendo. En realidad lo que hace es
que te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que se avanza en años, se es
menos feliz. Es porque el inventario negativo aumenta año con año.
Una de las mayores fuentes de ofensas, es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que “debe hacer” y te dice “no”, creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que querías. Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso. Todas las personas tienen el derecho de guiar su vida como les plazca. Aprenderán de sus errores por sí mismos. Déjalos ser. Además recuerda también, que nadie te pertenece.
Cuando los colonos americanos querían comprarles sus tierras a los Pieles Rojas, estos les contestaron“¿Comprar nuestras tierras? ¡Si no nos pertenecen! Ni el fulgor de las aguas, ni el aire, ni nuestros hermanos los búfalos a los cuales solo cazamos para sobrevivir. Es una idea completamente desconocida para nosotros”.
Ni la naturaleza, ni tus padres, ni tus hermanos, ni tus hijos, tus amigos o parejas te pertenecen. Es como el fulgor de las aguas o el aire. No los puedes comprar. No los puedes separar. No son tuyos. Solo los puedes disfrutar como parte de la naturaleza. El cauce de un río no lo puedes atrapar. Solo puedes meter las manos, sentir el correr de las aguas entre ellas, y dejarlo seguir. Las personas son un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir.
Entonces ¿Cómo puedo perdonar?
Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de “cómo deberían actuar las personas”. Estas ideas son producto de una máscara social, que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente.
Reconoce que la mayoría de las personas nunca van a cuadrar con esas ideas que tienes. Porque son ideas falsas.
Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos, solo si te lo solicitan, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.
Nadie te pertenece. Ni tus padres, amigos y parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas. Ama y deja ser.
Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes oscuros y te los quitas, el resultado es la limpieza de visión.
Deja de resistirte a que las personas no son como quieres. Acepta a las personas como el pez acepta al mar y ámalas como son.
Desintoxícate del veneno del rencor y reconcíliate con la vida. La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo.
A la luz del corto período de vida que tenemos, sólo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera la muerte en cualquier momento, de forma imprevista, nos puede tomar entre sus brazos.
Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.
Aprende con honestidad los errores que cometiste, prométete que no los volverás a hacer y regresa a vivir la vida. La perfección no existe. Ni el padre, amigo, pareja o hermano perfecto. Es un concepto creado por la mente humana que en ningún nivel intelectual puedes comprender, porque en la realidad no existe. Porque es un concepto imaginario. Un bosque perfecto serían puros árboles, el sol, no bichos… ¿existe? No. Para un pez, el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿existe? No. Solo a un nivel intelectual. En la realidad jamás va a existir. Naturalmente, al pez solo le queda disfrutar de la realidad. Cualquier frustración de que el mar no es como quiere que sea no tiene sentido.
Deja al mundo ser. Y déjate ser a ti también. COLECTIVO DE ALFABETIZACIÓN EMOCIONAL "EL DIVÁN SOLIDARIO" DEL TE DE BADAJOZ
martes, 15 de enero de 2013
Más sobre la crisis
La última fase de toda crisis es la esperanza.
Bailando con lobos
Decidir si queremos ser sujetos activos o pasivos requiere que dejemos de hablar solo en tercera persona y pasemos a hablar también en primera persona. Que dejemos de hablar sólo el lenguaje del observador, y pasemos a hablar (y a actuar) también desde nuestra propia implicación.Se atribuye a Einstein la siguiente afirmación: un problema no se puede resolver en el mismo nivel de conciencia en el que fue creado.De la misma manera, la crisis no se puede resolver desde el mismo nivel de conciencia en la que fue creada. Porque la transformación que está generando la crisis nos interpela también sobre nuestro nivel de conciencia personal y colectiva; sobre nuestros valores, nuestras motivaciones y nuestras prioridades; y sobre nuestras intenciones y nuestros propósitos. La crisis no es algo que está “ahí fuera" y hemos de manejar. En un mundo interdependiente nadie está ahí fuera, todos formamos parte del problema que se nos plantea y del reto que hemos de resolver. Transformados por la crisis significa pues que la pregunta no es tan sólo qué hay que cambiar, sino también qué hemos de cambiar y quiénes hemos de cambiar. Porque no hay nada más lamentable que determinadas retóricas generalistas sobre la necesidad y la gestión del cambio en las que el supuesto implícito es que deben cambiar todos y todo, menos los que pretenden teorizar o gestionar el cambio. Nosotros formamos parte de la definición del problema, y no lo solucionaremos sólo con saber experto. Algunas dimensiones de los problemas que afrontamos no se pueden eliminar porque van con nosotros, forman parte de la condición humana.Afrontamos problemas, pues, cuya solución requiere que nos solucionemos también a nosotros mismos.En todo proceso de crisis –que siempre conlleva una pérdida y la necesidad de elaborar el duelo– se dan diversas etapas; primer, negación: “No es para tanto, pasará pronto, no puede ser verdad¿; después, ira: “¿Dónde están los culpables?, nos atacan, por qué me hacen esto, qué nos puede pasar, van a por nosotros, son ganas de hacer daño¿; seguidamente viene una mezcla de negociación y componenda: “Algún retoque habrá que hacer, con alguien habrá que pactar¿; tras lo cual llega la depresión o el catastrofismo: “No hay manera, es muy difícil, de esta no salgo¿; finalmente, llega la aceptación: la asunción plena de la nueva realidad, y el inicio de una dinámica constructiva.Lo decisivo para salir de la crisis es auscultar bien la realidad, para poderla asumir y construir a partir de ella: aprender a auscultar y a auscultarnos mejor forma parte de la transformación en curso.Y auscultar la realidad requiere escucharnos mutuamente, porque sin escucha y atención, sólo con ruido, no es posible ser sujeto activo de la transformación. Dicen que cuando se acabó de montar la película Bailando con lobos, se preguntó a algunos sabios indios si se veían bien reflejados. La respuesta fue que sí, pero que había algún desajuste.Por ejemplo, en las deliberaciones, sentados alrededor del fuego, en la que los que intervenían hablaban sucesivamente, uno tras otro. La pregunta de uno de los indios fue: ¿Cómo podéis decir que habéis escuchado a alguien si cuando ha acabado de hablar no estáis un rato en silencio?Sólo escuchando bien, especialmente a aquellos cuya mirada no coincide con la nuestra, podremos tomar conciencia de los automatismos de nuestras respuestas y de los puntos ciegos de nuestra visión.Transformados por la crisis, pues, significa que no solo debemos hablar de lo que hay que hacer y cómo hacerlo, sino que es necesario explicitar también cuáles son nuestras intenciones y propósitos, y hacerlo con autenticidad e integridad. Sin autenticidad e integridad será difícil explorar una salida adecuada, y será imposible llevar a cabo un proceso de transformación. Lo dijo una vez el CEO de Hannover Insurance, Bill O’Brien: el éxito de una intervención depende de la condición interior de quien interviene. Los tiempos de cambio nos requieren desarrollar simultáneamente nuestra capacidad analítica, nuestra competencia técnica y nuestra calidad humana. Aunque sólo sea porque ya hemos visto lo que ocurre cuando grandes inteligencias son gobernadas por ideas, valores y actitudes mediocres; y a veces directamente tóxicos.Debemos decidir si queremos ser sujetos activos o pasivos de la transformación a la que la crisis nos empuja.Estamos todos invitados a participar en un diálogo tanto en tercera persona (nuestros análisis y diagnósticos sobre la realidad), como en segunda persona (qué tipo de relaciones profesionales, económicas, institucionales para un mundo basado en interdependencias) como en primera persona (desde el compromiso con qué valores y propósitos actuaré y decidiré). Mirando al futuro, difícilmente habrá buen liderazgo si no mejoramos personalmente y colectivamente la calidad de lo que planteemos tanto en tercera, como en segundo, como en primera persona. Ah! Y no olvidemos que la última fase de toda crisis es la esperanza: ella es la que nos sostiene y da fortaleza al pensar que lo que nos pasa puede ser superado. Autores:
Àngel Castiñeira Fernández, Profesor titular del Departamento de Ciencias Sociales
Josep M Lozano Soler, Profesor ordinario del Departamento de Ciencias Sociales
Fuente: ESADE
miércoles, 2 de enero de 2013
* Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco *...
Artículo publicado en La Vanguardia por la periodista Ángeles Caso.
Comparto totalmente lo que dice, y me gustaría transmitiroslo,espero que os guste y ojalá compartierais estos pensamientos, menos materia y más espiritu.
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito ni el poder ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
FELIZ AÑO
FELIZ AÑO NUEVO A TODOS MIS SEGUIDORES Y A LOS QUE DESCUBRIS POR PRIMERA VEZ MI BLOG.
OS QUIERO TRANSMITIR UN MENSAJE DE POSITIVIDAD Y ALEGRÍA, A PESAR DE LAS CIRCUNSTANCIAS SOCIALES, ECONÓMICAS, LABORALES; pensad cada uno como podemos aportar personalmente nuestro grano de arena en nuestras vidas, empezando por nosotros, vamos a expandir a los demás lo que queramos.Empieza por tí, por tu pareja, por tus hijos si tienes, tu familia extensa , amigos, desconocidos y así se va ampliando la cadena.
Tenemos que intentar mantener la ilusión, la fé y la esperanza y aprender de todo lo que está pasando, no dejarnos influir por el malestar social y de los medios de comunicación.Tú eliges la actitud que quieres tener ante la vida, la crisis; positiva o negativa, alegre o triste,etc..., tenemos que aceptar la situación en que vivimos y buscar la forma de adaptarnos de la mejor manera posible.Actualizarnos y no quedarnos en el pasado, ahora vivimos otra situación y tenemos que adaptarnos.
Ánimo y Feliz 2013 lleno de lo que vosotros querais!!!
OS QUIERO TRANSMITIR UN MENSAJE DE POSITIVIDAD Y ALEGRÍA, A PESAR DE LAS CIRCUNSTANCIAS SOCIALES, ECONÓMICAS, LABORALES; pensad cada uno como podemos aportar personalmente nuestro grano de arena en nuestras vidas, empezando por nosotros, vamos a expandir a los demás lo que queramos.Empieza por tí, por tu pareja, por tus hijos si tienes, tu familia extensa , amigos, desconocidos y así se va ampliando la cadena.
Tenemos que intentar mantener la ilusión, la fé y la esperanza y aprender de todo lo que está pasando, no dejarnos influir por el malestar social y de los medios de comunicación.Tú eliges la actitud que quieres tener ante la vida, la crisis; positiva o negativa, alegre o triste,etc..., tenemos que aceptar la situación en que vivimos y buscar la forma de adaptarnos de la mejor manera posible.Actualizarnos y no quedarnos en el pasado, ahora vivimos otra situación y tenemos que adaptarnos.
Ánimo y Feliz 2013 lleno de lo que vosotros querais!!!
En Navidad...
Navidad: El alimento emocional de una mesa compartida
- En diciembre, las comidas festivas favorecen el encuentro: se llena el estómago pero también la despensa afectiva.
| 01 dic 2012
Mujer hoy - Isabel Menéndez
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Todos tenemos un modo de relacionarnos con la comida que expresa en alguna medida nuestra vida afectiva y la relación que mantenemos con los otros y con nosotros mismos. Comer es un placer desde el primer momento de la vida, el alimento calma la necesidad corporal y la afectiva. Los primeros placeres amorosos que quedaron en la base de nuestra relación con la comida empezaron con nuestra madre. Primero, con el amamantamiento, en el que la alimentación afectiva iba unida a la física y, más tarde, con las huellas que nos quedaron de cómo, qué y quién nos daba de comer en nuestra primera infancia. Con esas huellas se crean asociaciones inconscientes que harán de la comida un buen momento para las relaciones interpersonales o un hecho no tan placentero, si no hemos recibido una herencia emocional que nos permita disfrutar de ella.
Freud decía que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Si no satisfacemos la primera se muere nuestro cuerpo, pero si no tenemos el suficiente amor para vivir, la tristeza nos destroza y también queremos morir. Por ello, si logramos enlazar un buen alimento emocional, es fácil que podamos disfrutar alrededor de una cena del placer de vivir con aquellos que son importantes para nuestra vida.
Durante este mes se organizan almuerzos con compañeros de trabajo, una forma de acercarse a ellos de forma más íntima, porque comiendo juntos se favorece la descarga emocional. Compartimos entonces la despensa imaginaria que tenemos y que contiene los ingredientes necesarios para no pasar hambre de amor. Estos ingredientes esenciales son: reconocimiento, autoestima, cariño, ilusiones y deseos. La boca que se abre y se cierra a la comida es la misma boca que habla. El orificio por el que penetran los alimentos es el mismo por el que salen las palabras. Las palabras participan de la cualidad de algunos alimentos pueden ser agrias y desagradables o suaves y dulces.
Afectos nutritivos
La comida puede convertirse en un analgésico para el alma o en un veneno para el cuerpo. Esta segunda opción sucede, por ejemplo, en la bulimia, cuando lo que se come se vomita porque el alimento está asociado a algo que no se puede metabolizar psíquicamente. Los sabores, los olores, evocan recuerdos y estos pueden ser agradables o desagradables, según la situación afectiva a la que quedan enlazados.
Irene miraba las magdalenas que quedaban en la mesa y recordaba a su abuela con cariño. Lo que probablemente más les gustaba de ellas eran el amor con el que habían sido hechas. Irene recordaba a su abuela ahora que ella tenía dos nietas y el destino la había colocado en esa posición. Era domingo y sus familiares se acababan de ir a sus casas. Ella se sentía contenta y cansada. Comenzó a pensar en lo bien que se lo pasaban juntos; la comida era la excusa para reunirse, charlar, ver jugar a las niñas y saborear los platos que más les gustaba.
El domingo, como ella decía, era el día de “hacer familia” e Irene tenía la impresión de que la suya funcionaba bien: tenían conflictos, pero los sabían resolver. Durante las comidas se hablaba de todos y de casi todo. Entre buenos y sabrosos platos, que preparaba durante la mañana con bastante cariño, circulaban palabras amables, así como el interés por lo que hacían o la aceptación de las dificultades de los demás. Las sobremesas a veces eran muy largas, en ellas hablaban más despacio, como si además del estómago se hubiera llenado esa despensa afectiva que todos necesitamos reponer recibiendo el apoyo de los nuestros. Un buen alimento afectivo circulaba entre los miembros que componían su mesa familiar.
Mirar el pasado
Disfrutar de esos agradables almuerzos junto a los suyos había sido toda una construcción. Irene lo consideraba todo un logro en su vida porque no siempre había sido así. Cuando era niña había tenido muchos problemas con la comida. Después de un tratamiento que realizó en su juventud, se dio cuenta de que su rechazo infantil a alimentarse era una forma de pedir otro tipo de atención afectiva diferente a la que había recibido. Sus padres se separaron siendo ella muy pequeña y a su madre, sumida en una depresión, no le quedó energía para cuidarla y la envió con su abuela. Recordaba las comidas familiares como un campo de batalla donde surgía el rencor hacia su padre. Ella comía muy poco y hacía que su abuela estuviera mucho tiempo acompañándola, compensando la poca atención de su madre y el abandono de su padre.
La construcción familiar que disfrutaba ahora había sido posible porque había elaborado en su tratamiento su historia y esto la había conducido a escoger una pareja muy diferente a las características paternas. Su marido era un hombre al que no le asustaban los conflictos y tenía una saludable capacidad tanto para poner palabras a lo que sentía, como para escuchar a sus hijos. Ahora la comida era algo agradable.
La claves
La palabra: La oralidad
La boca es la zona más sensible en la tarea de mantener interrelacionadas la realidad interna y externa.
Freud describe un tipo de sexualidad oral en adultos. La boca fue la primera zona del cuerpo susceptible de producir placer al ser la vía por la que penetraba la leche de la madre. En los adultos podemos ver las huellas de este erotismo oral en actos como, por ejemplo, el beso. El objetivo del erotismo oral es la estimulación de esta zona erógena cuya actividad provoca un alivio de la tensión interna.
Las personas que se han quedado fijadas en la etapa oral pueden tener conflictos con la comida, entre otras adicciones. Al no saber enfrentarse a las situaciones actuales de frustración, regresan a un placer seguro, conocido y ancestral.
Sobre la oralidad, que es el placer que se registra en la boca, comienza nuestra relación con el otro.
Freud decía que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Si no satisfacemos la primera se muere nuestro cuerpo, pero si no tenemos el suficiente amor para vivir, la tristeza nos destroza y también queremos morir. Por ello, si logramos enlazar un buen alimento emocional, es fácil que podamos disfrutar alrededor de una cena del placer de vivir con aquellos que son importantes para nuestra vida.
Durante este mes se organizan almuerzos con compañeros de trabajo, una forma de acercarse a ellos de forma más íntima, porque comiendo juntos se favorece la descarga emocional. Compartimos entonces la despensa imaginaria que tenemos y que contiene los ingredientes necesarios para no pasar hambre de amor. Estos ingredientes esenciales son: reconocimiento, autoestima, cariño, ilusiones y deseos. La boca que se abre y se cierra a la comida es la misma boca que habla. El orificio por el que penetran los alimentos es el mismo por el que salen las palabras. Las palabras participan de la cualidad de algunos alimentos pueden ser agrias y desagradables o suaves y dulces.
Afectos nutritivos
La comida puede convertirse en un analgésico para el alma o en un veneno para el cuerpo. Esta segunda opción sucede, por ejemplo, en la bulimia, cuando lo que se come se vomita porque el alimento está asociado a algo que no se puede metabolizar psíquicamente. Los sabores, los olores, evocan recuerdos y estos pueden ser agradables o desagradables, según la situación afectiva a la que quedan enlazados.
Irene miraba las magdalenas que quedaban en la mesa y recordaba a su abuela con cariño. Lo que probablemente más les gustaba de ellas eran el amor con el que habían sido hechas. Irene recordaba a su abuela ahora que ella tenía dos nietas y el destino la había colocado en esa posición. Era domingo y sus familiares se acababan de ir a sus casas. Ella se sentía contenta y cansada. Comenzó a pensar en lo bien que se lo pasaban juntos; la comida era la excusa para reunirse, charlar, ver jugar a las niñas y saborear los platos que más les gustaba.
El domingo, como ella decía, era el día de “hacer familia” e Irene tenía la impresión de que la suya funcionaba bien: tenían conflictos, pero los sabían resolver. Durante las comidas se hablaba de todos y de casi todo. Entre buenos y sabrosos platos, que preparaba durante la mañana con bastante cariño, circulaban palabras amables, así como el interés por lo que hacían o la aceptación de las dificultades de los demás. Las sobremesas a veces eran muy largas, en ellas hablaban más despacio, como si además del estómago se hubiera llenado esa despensa afectiva que todos necesitamos reponer recibiendo el apoyo de los nuestros. Un buen alimento afectivo circulaba entre los miembros que componían su mesa familiar.
Mirar el pasado
Disfrutar de esos agradables almuerzos junto a los suyos había sido toda una construcción. Irene lo consideraba todo un logro en su vida porque no siempre había sido así. Cuando era niña había tenido muchos problemas con la comida. Después de un tratamiento que realizó en su juventud, se dio cuenta de que su rechazo infantil a alimentarse era una forma de pedir otro tipo de atención afectiva diferente a la que había recibido. Sus padres se separaron siendo ella muy pequeña y a su madre, sumida en una depresión, no le quedó energía para cuidarla y la envió con su abuela. Recordaba las comidas familiares como un campo de batalla donde surgía el rencor hacia su padre. Ella comía muy poco y hacía que su abuela estuviera mucho tiempo acompañándola, compensando la poca atención de su madre y el abandono de su padre.
La construcción familiar que disfrutaba ahora había sido posible porque había elaborado en su tratamiento su historia y esto la había conducido a escoger una pareja muy diferente a las características paternas. Su marido era un hombre al que no le asustaban los conflictos y tenía una saludable capacidad tanto para poner palabras a lo que sentía, como para escuchar a sus hijos. Ahora la comida era algo agradable.
La claves
- Comer juntos es compartir con el otro un bienestar corporal y emocional, si con las personas que nos acompañan intercambiamos afectos agradables.
- Podríamos inferir que la forma de poder disfrutar con los otros de una buena comida está relacionada con la capacidad para disfrutar de la vida.
- Para obtener placer alimentándonos tenemos que dedicarle tiempo.
- Comer demasiado, o no hacerlo de forma suficiente, podría tener relación con buscar una solución somática a una tensión interna.
- Algunos alimentos que nos gustan están asociados a algo que nos hacia sentir bien durante la infancia.
La palabra: La oralidad
La boca es la zona más sensible en la tarea de mantener interrelacionadas la realidad interna y externa.
Freud describe un tipo de sexualidad oral en adultos. La boca fue la primera zona del cuerpo susceptible de producir placer al ser la vía por la que penetraba la leche de la madre. En los adultos podemos ver las huellas de este erotismo oral en actos como, por ejemplo, el beso. El objetivo del erotismo oral es la estimulación de esta zona erógena cuya actividad provoca un alivio de la tensión interna.
Las personas que se han quedado fijadas en la etapa oral pueden tener conflictos con la comida, entre otras adicciones. Al no saber enfrentarse a las situaciones actuales de frustración, regresan a un placer seguro, conocido y ancestral.
Sobre la oralidad, que es el placer que se registra en la boca, comienza nuestra relación con el otro.
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