miércoles, 27 de marzo de 2013

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO


El verdadero valor del anillo

Un cuento de Jorge Bucay.

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después… Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E… encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

-¿Y Tú cuanto valor te das? Valoraté porque eres único e irrepetible.

¿Qué eres tú?


Una historia para que os identifiqueis y saqueis lo mejor de vosotros. Buen café!!!

¿QUÉ ERES TÚ?


Un nieto se quejaba a su abuelita acerca de su vida y lo difícil que le resultaban las cosas. Su abuela, una experta cocinera, le llevó a la cocina. Allí le pidió que llenara tres ollas con agua y las colocara sobre fuego. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. Y le dijo: "En una coloca zanahorias, en otra coloca huevos y en la última coloca granos de café". Las dejó hervir sin decir palabra.


El nieto esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su abuela. A los veinte minutos la abuela apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su nieto le dijo: "Querido, ¿qué ves?" - "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. Le hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Él lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente el nieto preguntó: "¿Qué significa esto, abuela?". Ella le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: aguan hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, se habían convertido en una agradable aroma y en un sabor agradable al paladar. Para estos últimos el fuego había servido para sacar de ellos mismo lo mejor que tenían en su interior.
Moraleja

¿Qué eres tú, querido lector? ¿Como una zanahoria dura que ante la adversidad se vuelve blanda y se convierte en una queja continua? ¿O mas bien eres como el huevo, que en principio eres sensible, pero tras una muerte de un familiar o el diagnostico de una enfermedad grave se convierte en una persona irascible, dura y que no expresa sus sentimientos? Querido lector, ojalá que ante la adversidad, como el café ante el fuego, saques de ti lo mejor que tienes y a pesar del sufrimiento seas capaz de transmitir un aroma de paz, serenidad y felicidad.



lunes, 25 de marzo de 2013

El águila y el halcón.

Esta bonita fábula se la dedico a una "Bella" mujer, más bella por dentro que por fuera.
Ójala que aprendais a amaros así, y no os ateis, volar juntos pero no atados.

El águila y el halcón:

Cuenta una vieja leyenda lakota que una vez llegó hasta la tienda del chamán más viejo de la tribu una pareja de enamorados cogidos de la mano. Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del jefe y una de las más hermosas mujeres de la tribu. "Nos amamos", empezó el joven. "Y nos vamos a casar", dijo ella. "Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podemos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Wakan Tanka el día de nuestra muerte. Por favor, ¿hay algo que podamos hacer".

El viejo los miró y le emocionó verles tan jóvenes, tan enamorados ... "Hay algo", dijo el viejo después de una larga pausa, "pero, no sé ... es una tarea muy difícil y sacrificada". "No importa", contestaron los enamorados. "Bien", dijo el brujo, "Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestro campamento?. Deberás escalarlo sola sin más armas que una red y tus manos. Y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Luego deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. Y tu, Toro Bravo, deberás escalar la montaña del trueno y, cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red atraparla sin herirla y traerla ante mi, viva, el mismo día que vendrá Nube Alta. ¿Comprendisteis?". La pareja asintió y el anciano hizo el gesto indicando que no tenía más que decir. Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa, salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.

El día establecido, frente a la tienda del Chamán, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Los jóvenes enamorados lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos, sin duda lo mejor de su estirpe. "¿Volaban alto?", preguntó el anciano. "Por supuesto, como lo pediste .... ¿y ahora?", preguntó el joven, "¿esperamos un sacrificio, hemos de matarlos, que hemos de hacer?". "No", dijo el viejo sabio, "hagan lo que les digo: tomad las aves y atadlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando lo hayáis anudado, soltadlas y que vuelen libres". El guerrero y la joven así lo hicieron. Cuando soltaron a los alados, el águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero solo consiguieron revolcarse por el suelo. Unos minutos después, frustradas, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse.

"Este es el conjuro: jamás olvidéis lo que habéis visto. Sois como un águila y un halcón: si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no solo vivirán arrastrándose sino que, además, tarde o temprano, empezarán a hacerse daño el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure, volad juntos pero jamás atados".

 

 

sábado, 23 de marzo de 2013

Cuanto pesan vuestros pesares!!!!!

Soltar el vaso
 

Una psicóloga en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, ella preguntó:


Una psicóloga en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, ella preguntó:


- ¿Cuánto pesa este vaso?

Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos.

Pero la psicóloga respondió: "El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve."

Y continuó: "Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa nada. Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada."

¡Acuérdate de soltar el vaso!



 

El portero del prostíbulo

Esta historia llegó a mí a través de una gran persona, a la que se lo dedico, es una historia para reflexionar y cambiar.Os invito a que os atrevais a cambiar si lo necesitais, sin duda y por experiencia os digo que ganareis solo teneis que atreveros.
El portero del prostíbulo

No había en aquel pueblo un oficio peor visto y peor pagado que el de portero del prostíbulo... Pero, ¿qué otra cosa podía hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido el portero de ese prostíbulo antes que él, y antes que él, el padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo había pasado de padres a hijos y la portería también.

Un día, el viejo propietario murió y un joven con inquietudes, creativo y emprendedor, se hizo cargo del prostíbulo. El joven decidió modernizar el negocio. Modificó las habitaciones y después citó al personal para darles nuevas instrucciones. Al portero le dijo: -A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar un informe semanal. Allí anotará la cantidad de parejas que entran cada día. A una de cada cinco, les preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará ese informe con los comentarios que usted crea convenientes.

El hombre tembló. Nunca le había faltado predisposición para trabajar, pero...

-Me encantaría satisfacerle, señor -balbuceó-, pero yo... no sé leer ni escribir.

-¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar a que usted aprenda a escribir, por lo tanto...

-Pero, señor, usted no me puede despedir. He trabajado en esto toda mi vida, al igual que mi padre y mi abuelo...

No lo dejó terminar. -Mire, yo lo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le daremos una indemnización, es decir, una cantidad de dinero para que pueda subsistir hasta que encuentre otro trabajo. Así que lo siento. Que tenga suerte.

Y, sin más, dio media vuelta y se fue. El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, desocupado por primera vez en su vida. ¿Qué podía hacer? Entonces recordó que a veces, en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se estropeaba la pata de un armario, se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisional con un martillo y unos clavos. Pensó que esta podía ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo. Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, y sólo encontró unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa y, para eso, usaría una parte del dinero que había recibido. En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había ninguna ferretería, y que tendría que viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. -¿Qué más da?, -pensó. Y emprendió la marcha.

A su regreso, llevaba una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa; era su vecino.

-Venía a preguntarle si no tendría un martillo que prestarme.
-Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar. Como me he quedado sin empleo...
-Bueno, pero yo se lo devolvería mañana muy temprano.
-Está bien.
A la mañana siguiente, tal como había prometido, el vecino llamó a su puerta.
-Mire, todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
-No, yo lo necesito para trabajar y, además, la ferretería está a dos días de mula.
-Hagamos un trato -dijo el vecino. -Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo. Total, usted está sin trabajo. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba trabajo durante cuatro días... Aceptó.
A su regreso, otro vecino lo esperaba a la puerta de su casa.
-Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
-Sí...
-Yo necesito unas herramientas. Estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada una de ellas. Ya sabe: no todos disponemos de cuatro días para hacer nuestras compras.




El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.

-No todos disponemos de cuatro días para hacer nuestras compras..., -recordaba.

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas. En el siguiente viaje decidió que arriesgaría algo del dinero de la indemnización trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar tiempo en viajes.

Empezó a correrse la voz por el barrio y muchos vecinos decidieron dejar de viajar para hacer sus compras. Una vez por semana, el ahora vendedor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto se dio cuenta de que si encontraba un lugar donde almacenar las herramientas, podía ahorrar más viajes y ganar más dinero. Así que alquiló un local. Después amplió la entrada del almacén y unas semanas más tarde añadió un escaparate, de manera que el local se transformó en la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su tienda. Ya no tenía que viajar, porque la ferretería del pueblo vecino le enviaba sus pedidos: era un buen cliente. Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más alejados prefirieron comprar en su ferretería y ahorrar dos días de viaje. Un día, se le ocurrió que su amigo, el tornero, podía fabricar para él las cabezas de los martillos. Y después... ¿Por qué no? También las tenazas, las pinzas y los cinceles. Después vinieron los clavos y los tornillos... Para no alargar demasiado el cuento, te diré que en diez años aquel hombre se convirtió en un millonario fabricante de herramientas, a base de honestidad y trabajo. Y acabó siendo el empresario más poderoso de la región. Tan poderoso era que, un día, con motivo del inicio del año escolar, decidió donar a su pueblo una escuela. -Además de leer y escribir, allí se enseñarían las artes y los oficios más prácticos de la época, -pensó.

El alcalde organizó una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de homenaje para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y abrazándole le dijo:

-Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos que nos conceda el honor de poner su firma en la primera página del libro de honor de la escuela.

-El honor sería para mí, -dijo el hombre, -pero no se leer ni escribir. Soy analfabeto.

-¿Usted? –dijo el alcalde, que no acababa de creerlo- ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir.

-Yo se lo puedo decir, -respondió el hombre con calma. –Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡sería el portero del prostíbulo!

Extraído del Talmud, recogido por Jorge Bucay

 

viernes, 15 de marzo de 2013

La tormenta

 

Una historia sobre nuestra forma de comunicarnos, recordad: -"Nos comunicamos como somos"...

LA TORMENTA


Cuentan que en un lugar, al lado de una presa, se desató un día una gran tormenta.Fuertes vientos, aguaceros, así durante varios días seguidos.Parecía el Diluvio Universal.
Las autoridades esperaron a que la presa estuviera repleta de agua para abrir las compuertas y que de esa forma no explotara, tal era el nivel que habían alcanzado las aguas.Esto hizo que se produjera una gran crecida y miles de personas perdieron sus viviendas y otras cientos de ellas fueron arrastradas por las aguas. ¿Por qué si sabían que iba a llover mucho no fueron sacando el agua de la presa poco a poco para evitar esa tragedia?
capricho
Algo similar pasa con nosotros a diario.Vamos guardando tantos sentimientos en nuestro corazón,tantos malos ratos,tantas cosas que debimos decir,tantas lágrimas que debimos derramar para desahogarnos...Pero un día decidimos abrir la presa y causamos un gran desastre,puesto que la corriente de nuestra reacción es tan fuerte que hiere,daña,y arrastra a todos los que están a nuestro alrededor.
Hay palabras que hieren y pasa mucho tiempo antes de volver a sanar.¿Por qué no vamos expulsando el agua de nuestro corazón según vayan pasando las cosas?
Habla en el momento que debas hablar,si lo guardas para luego, estarás acumulando una gran corriente ,que al momento de salir puede herir a alguien,e incluso a tí mismo.
No acumules sentimientos,no guardes palabras,no escondas lágrimas,es bueno tener la presa de nuestro corazón vacía,así nuestras palabras serán suaves y saludables.
No olvides que "la respuesta amable calma el enojo,pero la agresiva echa leña al fuego"(Proverbios 15:1)

COLECTIVO DE ALFABETIZACIÓN EMOCIONAL
"EL DIVÁN SOLIDARIO"
DEL TE DE BADAJOZ
¿Os identificais?¿expresais en el momento lo que os sienta mal o os lo vais guardando?