martes, 27 de enero de 2015

De niños tiranos a adolescentes agresivos: el precio de la falta de límites en la infancia.                


 
hermano mayor agresividad adolescentes De niños tiranos a adolescentes agresivos: el precio de la falta de límites en la infancia
El programa de televisión Hermano Mayor aborda cada semana casos de adolescentes agresivos con sus familiares
Desde el año 2007,17.000 menores de 14 años han sido procesados en España por agredir gravemente a sus padres ya sea física o psicológicamente, durante la convivencia. Los casos han aumentado hasta el año 2010 en que se detectó un cierto descenso respecto del 2009 (4.995 casos frente a los 5.201 del año 2009). Sin embargo, en términos estadísticos, la disminución no es significativamente representativa y, por tanto, no podríamos hablar de disminución sino de estabilización en la detección de casos de agresión de menores a sus progenitores.
Estas no son noticias que abran a menudo los telediarios, ni tan sólo que formen parte de ellos pero sí que constituyen la realidad de miles de familia en todo  el país. Y, a pesar de que la conducta agresiva sea relacionada frecuentemente con la educación, no debemos olvidar que en los colegios o los institutos se enseñan materias (matemáticas, inglés, historia,…) pero es la familia la que debe educar.
Pero, vamos por pasos. ¿Cómo puede llegar a ser un adolescente violento para con sus padres? La psicóloga de Cornellá de Llobregat, Dolors Mas, nos habla de ello. “Debemos pensar que dicho adolescente, antes que nada, ha sido un niño”.

Niños a los que no se les imponen claros los límites: efectos en la adolescencia

Los menores que maltratan a sus padres han recibido una educación
  • autoritaria : control inflexible de los padres.
  • permisiva : sobreprotección, no ejercen la autoridad y satisfacen inmediatamente los deseos del niño.
  • los padres atraviesan momentos muy difíciles y no ejercen como tales de modo que  dejan de lado el cuidado y control del menor.
En general, estos niños – y luego adolescentes – no interiorizan los límites de forma clara, por lo cual no aceptan ningún control y son incapaces de asumir frustraciones. Su rendimiento escolar suele ser muy bajo. Se comportan de una forma egoísta con sus padres y, en cambio, son sumisos con los amigos  -la violencia se limita al ámbito familiar-.
Poseen una identidad frágil por lo cual son dependientes, con grandes conflictos interiores y  muy impulsivos. Su blanco más directo son principalmente las madres, siendo la mayoría de los agresores varones, aunque se recluye a más chicas por maltrato.
Desde un punto de vista evolutivo, estos niños tendrán dificultades para alcanzar los objetivos propios de la adolescencia ya que, difícilmente, lograrán consolidar una identidad sólida puesto que no aprenderán a controlar sus impulsos ni a tener una forma adecuada de relacionarse con su entorno.

¿Cómo saber si mi hijo tiene el Sindrome del niño tirano?

Puedes releerte nuestro post “El Síndrome del Emperador” o, lo que es lo mismo, del niño tirano o del niño rey.
Os hago un breve resumen: se trata de niños consentidos que quieren ser el centro de atención, desobedientes, que no reconocen los límites ni las normas de la familia, al contrario, organizan la vida familiar, dan órdenes a sus padres y son unos artistas del chantaje emocional de manera que gritando o llorando, consiguen todo lo que quieren… Si a su edad le consentís caprichos, malas contestaciones, malos modos, imposiciones,… porque estáis cansados del trabajo, porque “no es para tanto”,” no sabe lo que dice, todavía es pequeño”, o por miedo a que “coja un trauma”,estáis equivocados si pensáis que ya cambiará cuando sea más mayor. Lo único que va ocurrir, con bastante probabilidad, es que tengamos el caldo de cultivo perfecto para un futuro adolescente violento, agresivo y maltratador hacia vosotros mismos pero, también, hacia sus hermanos, tutores y compañeros. Se convertirá en una persona desafiante, que impondrá “su ley” porque “lo digo yo” y que ni será feliz él, consciente de tener un problema, ni nadie de su entorno.

Adolescentes agresivos y violentos ¿Qué es lo que no debemos consentirles?

  • No cumplir las reglas de casa. Tener una disciplina significa enseñarle.
  • Conseguir siempre lo que quiere. Hay que saber decir un “No” a tiempo que le ayudará a afrontar sus frustraciones y aprender a dominar sus pulsiones.
  • Resolverle todos sus problemas. Hay que darle espacio y tiempo para que el aprenda a desarrollar sus habilidades de solución de problemas.
  • Que muestre faltas de respeto a los padres. Siempre se le dice, enérgicamente pero sin gritar, que esa conducta no se le va a permitir.
  • No debes permitirle que no te obedezca. A veces, el hecho de que nos desobedezcan nos hace “gracia” –fíjate, si ya tiene personalidad- pero nos equivocamos. Solo  le estarás ayudando a imponer su poder y a crecer pensando que las normas van con él.
  • No permitas que te haga caer en sus chantajes. Precisamente uno de los principales motivos de los “niños tiranos” es que nuestra sociedad es cada vez más permisiva de manera que educamos a los niños en sus derechos pero nos olvidamos de sus deberes que los tienen, también. Por tanto, nos apuntamos al “para qué poner límites” o “los límites son malos, ¿no?” con lo cual les dejamos hacer, más o menos, lo que quieren.
hermano mayor agresion hijo a padres De niños tiranos a adolescentes agresivos: el precio de la falta de límites en la infanciaY, cuando llega el día en que creemos que, ya sí, deberíamos imponer unas normas, o es demasiado tarde o los niños se han hecho los emperadores de la casa o usan el chantaje emocional de manera que si se ponen a gritarnos, nos amedentran y ellos consiguen lo que quieren.
Por tanto, es muy importante transmitirles valores a los niños y educarles en el hecho de que debemos vivir en sociedad. También es muy interesante que juguéis con ellos a situaros en el lugar del otro porque así le fomentáis la empatía que va ser clave en su futuro. También es imprescindible que no le deis aquello que quiera de inmediato porque así le ayudáis a que tolere frustraciones y que sepa controlar sus primeros impulsos, especialmente, cuando se relaciona con los demás.

¿Y qué hago para no mimarle en exceso?

-  No digas nunca “es que mi hijo es así”. Parece una rendición, por una parte y, por otra, no es una expresión correcta. Obviamente los hijos no salen como las manzanas del árbol, sino que se forman y, sobre todo, aprenden.
-  Es básico establecer normas y límites, especialmente en los tres primeros años de vida.
-  Si le permites todos los caprichos, dulces, golosinas, regalos,…no es u motivo para quererte más. Puedes comprobarlo con más detalle en este artículo sobre el niño hiperregalado y sus consecuencias.
-  “Aunque le digo no a sus caprichos, sigue teniendo rabietas”. No te preocupes, no todos los niños maduran al mismo tiempo. Aún así, no le consientas.
-  Siempre que se dirija a los padres de malos modos debe recibir un castigo y pedir perdón.
-   No os acostumbréis a organizar la vida familiar en función de lo que “quiera el niño”. Es la mejor manera de que empiece a dejar de ser el “emperador”.
Como ya dijimos en su día en el post ¡Qué difícil es ser adolescente!, la adolescencia es una etapa de transición entre la infancia y la época adulta en LA que los chicos experimentan tantos cambios que puede ser una locura estar en sus zapatos. Sin embargo, el número de comportamientos violentos en adolescentes ha venido aumentando, como hemos dicho al inicio.
Los problemas aparecen cuando estos “cambios bruscos” que se producen a nivel psicosexual en la preadolescencia, de los 11 a los 14 años, pero que son normales, van acompañados de conductas no recomendables, que sí conllevan un riesgo real, y que no tienen nada que ver con la rebeldía de un adolescente en la búsqueda de una identidad propia que le permita  diferenciarse de los otros.
“Las conductas problemáticas en adolescentes tienden a agruparse y la presencia de una puede pronosticar la aparición de otras”. Es en el momento justo en que es necesario intervenir.

¿Cómo podemos reconocer las conductas problemáticas en los adolescentes?

Pueden ser de tres tipos:
  • Leves: el adolescente sobrepasa los límites y las normas.
  • Moderadas: consume de forma regular sustancias de abuso, es promiscuo sexualmente, bajo rendimiento escolar. Habitualmente amenaza, insulta y tiene estallidos de ira.
  • Los padres intentan controlar a su hijo imponiéndole límites muy estrictos, aunque no lo consiguen. Ante la impotencia, muchos padres abandonan, con lo cual se agrava el problema.
  • Graves: Aparecen conductas disruptivas y peligrosas: escapan de casa, problemas legales, robos en el domicilio familiar, violencia física, absentismo o abandono escolar. El adolescente no se interesa  por las consecuencias de sus actos y asiste a terapia con un psicólogo, únicamente bajo presión.
Los padres se sienten derrotados, distanciados de la familia y amigos. Posiblemente, su hijo les inspira miedo y hacen cualquier cosa por evitar los conflictos. Los adolescentes poseen un menor autocontrol en la familia  porque saben que no va a pasar nada aunque sobrepasen los límites. Se establece una inversión: los hijos tienen más poder que sus padres.

¿Cuál es el motivo del comportamiento problemático de mi hijo?

Existen muchas razones por las cuales los adolescentes actúan de esta manera, como:
  • El adolescente se educó en una familia sin límites. Los padres excesivamente permisivos pueden provocar, sin quererlo,  que sus hijos tengan conductas irrespetuosas, las cuales se van tornando en actitudes agresivas. Muchas veces, necesitan comprender los límites.
  • El adolescente nació con un carácter agresivo y nunca fue controlado suficientemente. Las personas nacen con un temperamento, pero el carácter se desarrolla hasta los siete años. Hay tiempo para que mejore, siempre y cuando no se lo justifique ni acepte porque “él es así”.
  • Una persona se convierte en violenta cuando copia comportamientos de este tipo de parte de sus padres y otros familiares. Por esta razón hay que dar ejemplo.
  • Muchas veces, los adolescentes tienen comportamientos violentos debido a que tienen problemas de tipo psicológico o psiquiátrico. Sin embargo, la mayoría de los adolescentes violentos no tiene ni trastornos psicológicos ni enfermedad mental.
  • Otra posibilidad es que el adolescente esté ingiriendo bebidas alcohólicas o drogas, ya que se ha comprobado que estas sustancias suelen potenciar conductas agresivas.

Los padres no sois culpables de los comportamientos agresivos de vuestros hijos

Cuando existe un conflicto tan extremo, como en estas ocasiones, el sistema familiar es muy importante para determinar la manera cómo se relacionan los miembros que lo integran, especialmente el adolescente. Tenemos que considerar que cada familia es única, distinta e irrepetible- como los individuos que la conforman- y, por tanto, existen unas relaciones de poder y unas pautas familiares que son las que se deben mantener o modificar, si es necesario.
Existen dos tipos de relaciones familiares que son aquellas en que la violencia irrumpe de una forma más frecuente:
Relación simétrica entre los padres y el adolescente: el joven se halla posicionado a la misma altura que sus padres y ninguna de las partes enfrentadas quiere ceder.Por tanto, se establece una lucha de poder que se agrava, deteriorando la convivencia hasta unos niveles insostenibles de enfrentamiento, en los que se producen agresiones por ambas partes.
En estos enfrentamientos entre padres e hijos suelen darse pausas complementarias que sirven para pedir perdón y para dar tiempo a la aparición de los sentimientos de culpabilidady se suele pedir ayuda profesional. Las secuelas psicológicas son menores y la posibilidad de reconstruir el vínculo, es mayor.
Relación complementaria entre  los padres y el adolescente. Suele darse una violencia íntima, secreta, que se queda en el ámbito familiar. No hay pausas complementarias y la tensión es permanente. El adolescente tiene todo el poder, se ha convertido en un tirano y los padres tienen muy poco poder. Las secuelas psicológicas que deja son profundas y su pronóstico es peor.
Las familias que viven inmersas en estas situaciones de violencia quedan atrapadas “en conductas repetitivas“, que no ayudan a romper ese patrón de comportamiento o que, incluso, lo agravan. Los padres se centran en erradicar el problema (ataques de rabia, consumo de sustancias tóxicas, falta de respeto a las normas…) y se deteriora la relación. El adolescente se siente más aislado e incomprendido y la conducta problemática se intensifica.
Es básico establecer normas y límites, especialmente en los tres primeros años de vida.

Pautas para que los padres puedan salir de la violencia de sus hijos

No sentirse culpables; primero, porque no lo sois y, después, porque la culpa os impedirá actuar
  • Cada miembro del sistema familiar – que se halla enfermo al encontrárselo uno de sus componentes- debe intentar cambiar algo, por pequeño que sea. No podemos pretender que los otros cambien, si no empezamos…
  • Intentar dialogar. Escuchar no significa estar de acuerdo  Hay que evitar los dobles mensajes del tipo “sincérate conmigo, pero no me digas nada que no quiera escuchar” porque, entonces, promueves un dialogo agresivo-pasivo en lugar de asertivo. Una buena idea es empezar a hablar de un tema menos importante para ir llegando, poco a poco, allí donde queremos.
  • Si vemos que no vamos a poder controlar nuestra rabia, mejor dejamos la conversación para otro momento en que estemos más tranquilos.
  • No tratar de controlar al adolescente. Hacerle preguntas o sugerencias y obviar las órdenes y los “sermones”.
  • Aceptar las decisiones que tomen tus hijos y dejar que asuman sus consecuencias.Al fin y al cabo, todos hemos tenido que tropezar en nuestra propia piedra para darnos cuenta de cuánta razón tenían nuestros padres…dales tiempo
  • Los límites deben ser claros, no difusos ni rígidos porque no facilitan el vínculo y razonables, que permitan al adolescente manejarse en el futuro. Las expectativas han de ser coherentes con los mismos.
  • Focalízate en lo positivo porque, así, podrás reforzar los puntos débiles del adolescente.
  • Cuidarse del que cuida. Los padres deben recuperar su vida social y de pareja y acudir a terapia. Es conveniente que los padres, estén o no separados, hagan equipo.
  • En caso de agresiones físicas, protegerse. Advertir a sus hijos que en cuanto vean en peligro sus bienes o su integridad física lo pondrán en conocimiento de la policía. Hay que restaurar el orden en el hogar y restituir el poder a los padres. Éstos no deben tratar de controlar a su hijo sino centrarse en sus propias necesidades para recuperar el control de sus vidas. Entonces, se puede empezar a reconstruir las relaciones familiares.
Los niños con falta de límites tendrán dificultades para alcanzar los objetivos propios de la adolescencia ya que, difícilmente, lograrán consolidar una identidad sólida

¿Qué puedo hacer para que mi hijo no se vuelva violento?

  • La palabra clave es la educación. Debemos ser conscientes de que los hijos son una gran responsabilidad y en nuestras manos está su futuro. Por ello, es necesario dar un ejemplo de tranquilidad en todo lo que hagamos, para que ellos nos imiten.
  • Desde que el niño nace, debemos establecer lazos de comunicación con él y evitar que se rompan a lo largo de los años. Es necesario mantener conversaciones con nuestros hijos adolescentes periódicamente y escuchar con  mucha atención lo que nos dicen.
  • Evitemos tener en casa cualquier conversación donde se hable de odio y rencor, y transmitamos a  nuestros hijos aquellos valores que consideremos más importantes.
  • Nuestros hijos se deben sentir amados, no es suficiente  dar por sentado que ellos ya lo saben. El amor es el antídoto más eficaz contra la violencia. Debemos pensar que casi todos los actos delictivos que se dan en adolescentes son debidos a carencias familiares.
  • Mantén el ánimo y mucha constancia y que tu paciencia no se agote nunca.

lunes, 26 de enero de 2015

Perder para ganar. El valor de la pérdida.

 
Perder para ganar. El valor de la pérdida CrPerder, no me gusta la palabra perder. Me gustan más sus sinónimos: transformar, cambiar, modificar,… Siempre que se pierde algo, también se gana algo. Perder va acompañado de ganar, perder siempre implica un cambio, una transformación del transcurso de los sucesos.
Quizá, para empezar a tomarnos las perdidas como algo no tan negativo, debemos empezar a asociar las pérdidas con las ganancias.
 
No es fácil perder, no nos han enseñado a perder, ni tampoco que la pérdida pueda ser algo positivo. La pérdida comporta en muchas ocasiones frustración, ira, tristeza, pena, incluso melancolía por lo que hemos perdido.
La sociedad nos ha inculcado frases como “no llores”, “no estés triste”, “no te enojes”. Yo digo que es necesario llorar si el cuerpo así lo pide, es necesario pasar por la tristeza, por la pena, si el cuerpo así se siente, pues perder implica hacer un cambio, y el cuerpo ha de adaptarse al cambio mediante el duelo.
El dolor, la rabia, la tristeza, aunque sean experiencias duras, son sanas y necesarias. Cuanto antes se pase el duelo, antes empezará la fase de rehabilitación y adaptación. La intensidad, la duración y las características de este duelo dependen de la pérdida y de nuestra disposición a ser conscientes de que estamos viviendo un proceso de duelo.
Por eso, no debemos ignorar las pérdidas. Ahí están, siempre estarán porque la vida es un constante cambio, con constantes perdidas y constantes ganancias.

No es adaptativo pensar que la vida es estable, que siempre será así, o que algo es para siempre, puesto que si se tiene esta idea errónea, se vivirá cualquier cambio como algo imprevisto y negativo. Hemos de tener presente que la vida está llena de cambios, algunos los escogemos, otros nos vienen impuestos por la vida o el azar, pero la vida es eso, un constante cambio y una constante adaptación a estos cambios.
Escapar de lo que nos duele conduce al sufrimiento. Así, lo que podía haber sido un duelo sano y necesario para crecer, se convierte en trastornos de ansiedad, miedos, fobias, depresión, aislamiento, angustia, dificultades sociales, etc.
Distingamos algunos tipos de pérdidas:
  • Pérdidas ligadas al desarrollo: relacionadas al propio ciclo vital, como por ejemplo las etapas del crecimiento (pérdida de la niñez para ganar la adolescencia o pérdida de la adolescencia para entrar en la adultez).
  • Pérdida del país y tradiciones culturales en el caso de emigrantes para ganar conocer algunas nuevas.
  • Pérdida de objetos externos y bienes materiales, del trabajo, de estatus, de roles sociales, situación económica, pertenencias…
  • Pérdidas emocionales como pueden ser vínculos afectivos: pérdidas de amistades, familia, rupturas de pareja…
  • Pérdidas de aspectos de sí mismo, como por ejemplo pérdida de salud, tanto pérdidas físicas como amputaciones, capacidades sensoriales, cognitivas, motoras, estados terminales…, como psicológicas, por ejemplo la autoestima, o valores, ideales, ilusiones, etc.
  • Muerte o enfermedad de un ser querido.
Toda perdida requiere su duelo y requieren ser aceptadas como tal. Aceptarlas implicará descubrir qué hemos ganado. Pongamos por caso, perder el trabajo, ganaremos nuevos horizontes y nuevas oportunidades. Perder una amistad implicará ganar la oportunidad de conocer a más gente maravillosa y abrirnos a nuevos ámbitos, perder la pareja implicará ganar la oportunidad de encontrar a alguien que sea mejor para nosotros.
No digo que sea siempre positivo perder, ni mucho menos, a nadie le gusta perder, pero debemos esforzarnos por encontrar las cosas positivas que nos proporciona la pérdida, las oportunidades que se nos abren por cada pérdida que sufrimos.
Los duelos, por muy dolorosos y complicados que resulten, pueden ser oportunidades excepcionales para nuestro crecimiento personal y realización, siempre y cuando seamos capaces de afrontarlos y de integrar la correspondiente pérdida. La persona sana es aquella que no intenta escapar del dolor, sino que sabiendo que ocurrirá intenta saberlo manejar. Saber perder es darse la oportunidad de ganar.

Compartido por Cristina Noya.

jueves, 8 de enero de 2015


EL ARTE DE APRENDER A COMUNICARSE

Una sabia y conocida anécdota árabe dice que en una ocasión, un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó a llamar a un Adivino para que interpretase su sueño. - ¡Qué desgracia, Mi Señor! - exclamó el Adivino - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. 
- ¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡¡¡Fuera de aquí!!! 
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Adivino y le contó lo que había soñado. 
Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: 
-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada... ¡El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes! 
Iluminóse el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de oro. 
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: 
-No es posible!, la interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Adivino. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro... 
-Recuerda bien, amigo mío- respondió el segundo Adivino -que todo depende de la forma en el decir... uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse. 
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. 
Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas. 
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. 

¿Cuántas veces comunicamos algo y los demás lo interpretan en forma muy diferente a lo que esperábamos?

¿Cuántos conflictos personales se generan a partir de un malentendido?

Vivimos en sociedad y dependemos los unos de los otros en infinidad de aspectos. Por eso es fundamental tener la capacidad de expresarnos y comunicarnos de forma eficiente con los demás. Tanto si queremos prosperar, como si queremos cultivar una intensa vida social que nos satisfaga a nivel personal, necesitamos mejorar nuestras habilidades para la comunicación.

Algunas recomendaciones a tener en cuenta

Ser escueto, no repetitivo. Cuando reiteramos nuestro mensaje dando demasiadas explicaciones, una y otra vez, nuestro interlocutor puede sentirse menospreciado, como si pensáramos que no es capaz de entenderlo a la primera. Siempre es posible plantear algo sumamente profundo y significativo, pero de manera sencilla, sin tantas aclaraciones y repeticiones.

Al grano, tratar de ser concretos. Para conseguir que nuestra comunicación sea efectiva, tenemos que expresarnos de manera específica y clara. Dejemos a un lado las ambigüedades y generalizaciones y digamos exactamente lo que queremos. Si nos expresamos sin rodeos, el efecto será mucho mejor.

No volver para atrás. Nada bueno sale de traer a colación asuntos del pasado y volver sobre antiguas rencillas, salvo dolor y problemas. Es cierto que el pasado puede servirnos mucho y mostrarnos el camino a seguir, pero siempre y cuando estemos dispuestos a considerarlo de una forma positiva, es decir, tratando de aprender de él. Rememorar una y otra vez aquello que sucedió, sin intenciones de captar la “lección” implícita, no trae buenos resultados. 

Buscar el tiempo y el espacio justos para hablar. Es obvio que hay temas que no se pueden abordar en cualquier sitio. Cuando tengamos que comunicar algo difícil a otra persona, lo mejor es hacerlo en privado. Por el contrario, si vamos a felicitar o dar la enhorabuena a alguien, es recomendable hacerlo en público, donde los demás puedan escuchar también. No es necesario halagar en exceso, pero si lo hacemos de forma natural, con seguridad la persona se sentirá muy valorada.

Abordar los asuntos por separado, uno detrás de otro. No es recomendable sacar varios temas juntos, que no tengan nada que ver entre sí. A veces queremos aprovechar el momento y sacamos a relucir un largo listado de cuestiones pendientes, pero lo más probable es que esto solo produzca enojo en el interlocutor.

Vigilar la comunicación silenciosa. Lo que se dice verbalmente no lo es todo. Tus gestos, el tono y volumen de tu voz, así como las caras que pones, tienen que ir en concordancia con lo que estás diciendo. De otro modo, el mensaje se pierde. Tan importante es lo que dices, como el modo de decirlo.

No hablar en términos absolutos. Cuando decimos cosas como “es que siempre haces lo mismo”, estamos aplicando etiquetas que no son ciertas. Si nos expresamos así, probablemente resultemos siendo injustos y poco honestos. Si solucionar un conflicto es el objetivo, tratemos de utilizar términos más relativos como “a veces” o “con frecuencia”, que hacen que nuestro interlocutor se sienta mejor.

Cuando tengas que realizar una crítica constructiva, haz referencia al comportamiento y no a la persona en sí. La mayoría de las veces, en una situación determinada, realmente lo que nos disgusta es el comportamiento puntual de alguien y no la persona en sí. Es fundamental comprender la diferencia y también dejarla clara.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/la-importancia-de-aprender-a-comunicarnos-efectivamente/

En conclusión, comunicarse efectivamente es un arte y bien vale la pena que nos esforcemos en hacerlo cada vez mejor. Dedicar nuestro tiempo a aprender a comunicarnos es la mejor inversión que podemos hacer por nuestra felicidad y bienestar y el de nuestros seres más cercanos. Comunicarnos de forma positiva y efectiva nos ayudará a prevenir conflictos y malos entendidos.
fuente: http://telefonodelaesperanzadevalencia.blogspot.com.es/2014/12/el-arte-de-aprender-comunicarse.html

4 CONSEJOS PARA COMENZAR EL AÑO CON OPTIMISMO

Pasar de un año a otro puede ser la oportunidad perfecta para dejar asuntos de la vida en el ayer. El cambio de año, puede darte un giro, así que está bien tomar algunas medidas o consejos para empezar el año con optimismo. Estas son nuestras sugerencias, esperamos que los tomes en cuenta.




Agradece lo que has conseguido
Has pasado 365 días y debes agradecer lo que has conseguido en él. Se trata de una excelente manera de terminar el año, dando gracias. Esto te tomará algunos minutos, solo debes tomar papel y lápiz para apuntar esas 10 cosas por las que das gracias al universo y a ti por haberlas logrado. Estamos seguros que cuando vayas en la número 10, querrás anotar un par más. Hazlo, nada te lo impide. 



¡Un mapa de sueños!
Miles de personas en el mundo han comprobado que hacer un mapa de sueños al finalizar el año tiene un efecto preciso en su optimismo y sobre todo en la consecución de sus metas. Existe algo que los más expertos llaman programación neurolingüística y consiste en programar el cerebro con objetivos claros y de mediano plazo, en consecuencia, casi sin saberlo tú tomarás decisiones que te acerquen al objetivo. Ensaya, toma una hoja y recorta y pega algunas representaciones de tus sueños, ponla en un lugar visible de tu habitación y el siguiente año nos cuentas si lograste algunos viajes.


Haz ejercicio
Una manera de mantenerse optimista es con el ejercicio físico. Cuando haces ejercicio liberas hormonas que eliminan el estrés y además le das energía y vitalidad a tu organismo. Así que es bueno que durante el día le dediques un tiempo a tu deporte favorito o que por el contrario practiques en el gimnasio algunos ejercicios. Verás como esto tienen resultados increíbles para iniciar el año con más optimismo. 

Aumenta tu autoestima
Tener una excelente autoestima es vital para considerarse optimista ante los posibles fracasos. Y vaya que hay formas de aumentar la autoestima, lo que necesitas es usar un lenguaje positivo, preocuparte por ti y tu apariencia, y sobre todo dejar el miedo ante los retos atrás. Lo ideal es que también aumentes tu autoestima respecto a los otros por eso intenta hacer 5 cosas buenas para la gente todos los días, al final del día te sentirás mejor, siempre mejor.