lunes, 3 de agosto de 2015

La culpa.¿Por qué me siento culpable?
Psicología de la culpa ¿Por qué me siento culpable? Jose Manuel Garrido
                                   
Resumen: El sentimiento de culpa es una emoción negativa que puede sernos muy útil, pero también profundamente incapacitante.

 

La mayoría de nosotros ha sido en algún momento de su vida condicionado para sentirse culpable.

Esta culpa proviene generalmente de la familia, los amigos, la sociedad y/o la religión que, consciente o inconscientemente, nos enseña a sentirnos culpables por pensar o actuar de una manera determinada.
De niños nos recuerdan constantemente nuestro mal comportamiento, y cuando hacemos algo mal, nuestros padres o maestros se apresuran a transmitirnos lo decepcionados que están con nosotros. El objetivo de esta culpa impuesta desde el exterior no es otro que cambiar tu comportamiento haciendo que te sientas mal por lo que hiciste.
Una vez que nos han hecho sentir lo suficientemente culpables, padres, maestros y educadores nos enseñan a escapar de la culpa para de ese modo recuperar su aprobación.
La culpa se convierte así en una herramienta extremadamente poderosa para manipular el comportamiento, estando fuertemente relacionada con la necesidad de aprobación externa.

¿Por qué aparece la culpa?

La razón principal por la que la culpabilidad se instala en nosotros se reduce a menudo a los condicionamientos simples que recibimos de pequeños.
Por lo general se nos enseña a buscar la aprobación de nuestros padres. Cuando hacemos algo “bueno” nuestros padres nos premian con alabanzas y recibimos su aceptación, cuando hacemos algo “malo” esta alabanza desaparece y se reemplaza por desaprobación.
Dado que prácticamente todos los niños desean fuertemente recibir amor y aceptación por parte de sus padres, la necesidad de aprobación de los padres es algo que los niños se esforzarán por conseguir de manera constante.
El resultado es que con el tiempo nos condicionamos fuertemente a buscar la aprobación de los demás por las cosas que decimos y hacemos. Esto nos lleva a la falsa convicción de que tenemos que hacer y decir lo que los demás esperan de nosotros a fin de recibir su aprobación.

La necesidad de aprobación externa

Cuando hacemos o decimos algo que otros consideran como inaceptable se activa en nosotros esa necesidad profundamente arraigada de aprobación externa que nos enseñaron desde niños.
Aunque la persona que desaprueba nuestras acciones no es ya nuestro padre o nuestro maestro, el simple hecho de recibir la desaprobación desencadena automáticamente un deseo de ganar de nuevo la aprobación perdida.
Como consecuencia, y con el fin de evitar la desaprobación, la mayoría de nosotros (a través de nuestro condicionamiento prematuro) se alineará con todo lo que es popular, común o deseable.
Normalmente intentaremos no decepcionar a aquellas personas que consideramos relevantes en nuestra vida. Por lo general, estos serán la familia, amigos cercanos, compañeros de trabajo, y en general los grupos que se denominan comúnmente como “grupos de referencia”.
Con el fin de ser aceptados por ellos, terminamos haciendo las cosas que sabemos que van a aceptar y aprobar. De este modo pretendemos reducir el riesgo de desaprobación social.

El sentimiento de desaprobación

La culpa puede por tanto definirse como esa incómoda sensación que se experimenta cuando se hace algo que sabemos dará lugar a la desaprobación de los que nos importan.
Es un subproducto de nuestras acciones en conflicto, ya sea con un código interno o con la moral impuesta externamente. El resultado de este conflicto se traduce en sentimientos de culpa.
Así es como la culpa puede llegar a ser un medio muy eficaz de influir en el comportamiento de alguien, ya que activa nuestra necesidad infantil de ser aprobado por los demás, sirviendo al mismo tiempo como el motivador que anima a que cambiemos nuestro comportamiento mediante la activación de otra tendencia muy humana: el deseo de evitar el dolor y como consecuencia experimentar placer.
La aceptación de los demás nos evita el dolor que nos causa la culpa.

La culpabilidad y la preocupación

Las cosas que haces y la forma en que vives tu vida, en términos generales puede dividirse en dos categorías: “lo bueno” y “lo malo”. Cuando haces cosas buenas recibes la aprobación de los demás y cuando haces cosas malas recibes la desaprobación.
Por lo tanto, la culpa tiende a aparecer como resultado de hacer “cosas malas” o no hacer “cosas buenas”.
Para agravar la influencia que la culpa ejerce sobre nosotros, esta se asocia a menudo con la preocupación que dedicamos a los demás o a nuestras propias acciones.
La mayoría de nosotros considera que no sentirse culpable por una supuesta “mala acción” significa que la acción misma o sus consecuencias no nos importan, lo que consecuentemente nos convierte en malas personas.
Por supuesto, la implicación subyacente detrás de esta lógica es que para llegar a ser una “buena persona” hay que demostrar cierta preocupación por los demás hasta el punto de alinearse con lo que ellos consideran bueno o malo, o lo que es lo mismo, hay que ajustarse a las necesidades y deseos de los que te rodean.
Sin embargo, la realidad es que no sentirse culpable por algo no significa necesariamente no preocuparse por ello, simplemente supone vivir la vida según tu propio código moral (lo que tu crees que es bueno y correcto) en lugar de por un código moral impuesto desde el exterior (lo que la sociedad, los amigos y la familia creen que es bueno y correcto).
Superar con éxito la culpa por lo tanto, comienza por defender tus creencias, deseos y necesidades, sin ser influenciado por lo que piensan, desean o necesitan los demás. De otro modo siempre serás vulnerable a la culpa impuesta externamente por las convenciones o las personas que te rodean.

Evidencias sobre la culpa

A lo largo de los años son muchos los estudios que han extraído conclusiones relevantes sobre la culpabilidad, su desarrollo como emoción básica en el ser humano y las consecuencias de ésta sobre la conducta:
  • La aparición del sentimiento de culpa se vincula al desarrollo de la conciencia moral del sujeto.
  • La mayor o menor intensidad de la respuesta emocional de culpa depende de las diferencias individuales y de las pautas educativas.
  • Las personas introvertidas y con rasgos obsesivos tienden a vivir la culpa con mayor intensidad.
  • Mientras que los estilos educativos centrados en el castigo físico provocan respuestas agresivas, los estilos orientados al castigo psicológico (“Ya no te quiero”, “No ves cuánto nos haces sufrir”) provocan sentimientos de culpa intensos.

¿Qué son los celos y por qué suceden?

En numerosas ocasiones nos encontramos parejas en nuestra consulta que acuden a resolver un problema de celos, o a uno de los dos miembros de la pareja que acude para intentar no perder su relación a causa de ellos. Los celos son una respuesta emocional ante la posibilidad, real o imaginada, de perder un refuerzo que estaba a nuestra disposición (cariño de la pareja) y pasa a ser disfrutado por otra persona. Generan ansiedad y en algunos casos ira y tristeza.
No es papel del psicólogo dilucidar si los celos son justificados o no para ayudar a nuestros pacientes, en caso de existir motivos según el punto de vista de la persona lo más indicado es ayudar a tomar una decisión con respecto a la pareja desde la calma, y no propiciada por esas emociones negativas que desencadenan los celos.
Seguramente nos suena a todos la relación existente entre los celos y la propia inseguridad o baja autoestima, pues cierto es que las personas más independientes emocionalmente, que son capaces de buscarse sus propios refuerzos y con mayor confianza en sí mismas tienen menos posibilidades de padecer celos ya que tienen recursos personales que les protegen de ellos. Por el contrario, aquellas personas que “necesitan” de los otros, y más en concreto de la pareja, para obtener sus fuentes de refuerzo y satisfacción terminan por depender de la pareja para cubrir sus necesidades, tales como afecto, apoyo, compañía, cuidados, vivienda, economía, etc.
Las personas inseguras y con baja autoestima normalmente se sienten incómodas en sus relaciones de pareja porque tienden a verse inferiores, al tener una mala imagen de sí mismos y en estos casos existe el temor a ser dejados por alguien mejor, sumando así a las emociones negativas propias de los celos, un miedo al rechazo o al abandono.
Otro de los peligros que contribuyen a que se desencadenen los celos es dedicar un tiempo “excesivo” a la pareja, es decir, no tener otros espacios bien definidos en los que se compartan cosas con otros, por ejemplo ocio con amigos, familia, trabajo, etc., aparte de la pareja. En estos casos cuando uno se habitúa a hacer todo con la pareja, suele no tolerar que ésta quiera dedicar tiempo a otras cosas u otras personas, tomando esto como un rechazo o la sospecha de que exista alguien más, que ya se ha cansado de estar con él o ella, etc.
Quien padece de celos entra en una espiral donde aparecen pensamientos erróneos con respecto a lo que está ocurriendo, normalmente obsesivos, y comportamientos encaminados a “comprobar” aquello que está pensando o sospechando. Cuanto más comprobamos más celos tenemos y más ganas de seguir comprobando.
celos, tratamiento de los celosEl celoso quiere averiguar si es cierto lo que cree, por eso comprueba (el teléfono móvil, preguntando a otras personas sobre la pareja, registrando objetos personales, etc.). Estas respuestas de comprobación son las que mantienen el problema, haciendo que la persona sea incapaz de tolerar la duda. Este aspecto es muy importante porque hemos de aprender a convivir con la duda, ¿quién puede garantizarnos que nuestra pareja nunca nos dejará, no conocerá a otra persona, no se acabarán los sentimientos…?  Nadie puede tener esto seguro, por ello es tan importante mantener la duda.

El tratamiento de los celos

El tratamiento psicológico de los celos podríamos dividirlo en dos partes que se complementan. Por un lado, habría que trabajar la autoestima y las carencias que la persona pueda presentar a fin de incrementar su independencia emocional y la capacidad de buscar fuentes de refuerzo individuales. Eliminar también los pensamientos erróneos que se dan en quien padece celos, del tipo: “hoy no me ha llamado a la hora de comer, eso es que ya no me quiere”, “te has arreglado mucho, seguro que hay otro/a”.
Y por otro lado, hemos de explicar bien a la persona que esas emociones negativas que generan los celos tienen un nivel máximo de intensidad a partir del cual vuelven a bajar a niveles normales, es decir, si se aguanta esa emoción acabará bajando o incluso desapareciendo. Y es fundamental que dejen de dar las respuestas de comprobación que mantienen el problema, de modo que se expogan a la duda aprendiendo así a convivir con ella de manera óptima y adecuada.
Artículo de Marta Bermejo Victoriano