martes, 15 de abril de 2014

¿Dónde está mi príncipe azul? 

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¿Dónde está mi príncipe azul? LaguntzaTe
      
     El daño que nos hacen los cuentos, menos mal que están empezando a cambiar y las mujeres ya somos heroínas.                          

Ayer vi de nuevo “Pocahontas” y me pregunté si me habían enseñado algo los cuentos clásicos en los que el príncipe se convierte en rana; perdón, en los que la rana se convierte en príncipe.
La mayoría son iguales; aparecen princesas muy rosas con sus hadas volando alrededor y viendo la vida pasar a través de la ventana. Princesas con el currículum vacío, sin estudios ni trabajo; y generalmente con diez neuronas menos o con el encefalograma plano. Muy monas para montar en sus carrozas, recién salidas de la peluquería; pero sin saberse la capital de España, o la tabla del 1, ¡huy! de que me suena esto…
Ahí están ellas sin interés por la vida, apesadumbradas, acongojadas, apenadas y tristes hasta que un buen (fatídico) día aparece un hombre, qué digo hombre; un príncipe hecho y derecho, con su armadura impoluta de matar dragones y a veces con un zapato de cristal en la mano, buscando a esa princesa prisionera de su cárcel (mental), para liberarla de no se sabe qué, y poder sentarse juntos a comer perdices el resto de sus vidas.
Irónica descripción de unas princesas, que enseñan a las niñas las técnicas básicas para poder sentirse débiles y soñar con el amor dependiente e insano, de unos príncipes que educan a niños a parecer siempre fuertes y a no llorar nunca; y de unos finales felices muy alejados de la realidad a la que toca enfrentarse.
Y me pregunto yo; ¿dónde están las princesas feas, el aborto, las separaciones, la diversidad funcional, la homosexualidad, las infidelidades o la libertad de la mujer?, porque no lo encuentro por ningún sitio.
Nos han hecho creer que la mujer es indefensa y está atada al hombre, que después del beso final no hay puntos y aparte, que comeremos perdices, y que la belleza está en el maquillaje y no en el corazón; pero se han olvidado de enseñarnos que una princesa se puede enamorar de otra princesa, que el amor se termina, pero las personas continúan, que una mujer independiente vale más de lo que pesa, que las suegras y las sillas de ruedas existen aunque no salgan en la tele,  y que el amor de pareja no trae la felicidad.
Y, creyendo que es lo correcto, caminamos con la autoestima baja, inertes, caducando la vida y esperando a que llegue ese príncipe azul, desgastado de tanto usarse, que nos quitará libertad pero nos prometerá dependencia eterna y amor verdadero. Tendemos a  partirnos por la mitad, para poder buscar a nuestra media naranja, sin darnos cuenta de que nosotras mismas somos la naranja entera, y de que no nos faltan; ni mitades, ni capacidades.
Hay que aprender a sentir la vida sin compañía, igual que disfrutamos cuando estamos con alguien, porque hay que saber quererse para poder querer “bien” a los demás. Y es que hay infinidad cosas por descubrir ahí afuera, para las personas que han decidido no esperar a nadie y salir a buscarlas.
Que no nos cuenten cuentos, porque sabemos que se puede querer a muchas personas, pero necesitar, lo que es necesitar, solo nos necesitamos a nosotras mismas; así que tirar al príncipe azul por el váter, porque si alguien nos quiere de verdad, ni será príncipe, ni será azul.

lunes, 7 de abril de 2014

La constancia


¿Cómo hacer de la constancia un hábito?

      1. Estamos a primeros de mes, el verano se acerca, hace buen tiempo y empezamos a librarnos de las capas de ropa que nos han cubierto a lo largo de todo el invierno, las faldas y pantalones se acortan, la piel asoma, le decimos adiós a las medias,  ¡llega el destape para todos/as!,  pero… ¡ay dios! Otra vez igual, mira que ésta vez me propuse hacer ejercicio y nada,  sólo pude ir tres días… ¡el lunes empiezo otra vez
      2. Estás en búsqueda de empleo desde hace un tiempo, al principio te costaba organizarte;  las horas frente al ordenador rellenando plantillas de CV de páginas de empleo se te hacían eternas, te da mucha pereza, te cuesta seguir el ritmo y estás empezando a tirar la toalla. No tienes unos horarios fijos, ni unos objetivos marcados…
      3. Tienes mil cosas a las que atender; el trabajo, el proyecto en el que te acabas de embarcar y al que has de dedicarle parte de tu tiempo, tu familia, tu pareja, tus hijos/as,  tú misma/o…  no puedes más, y estás empezando a plantearte abandonar algo…
Ser constante es una fuente de poder, es una herramienta muy poderosa para conseguir nuestros objetivos y sentirnos realizados, hay que desarrollarla.
Existe un problema generalizado en torno a la CONSTANCIA. En muchas ocasiones buscamos resultados rápidos e inmediatos aun cuando somos conscientes de que no estamos poniendo todo de nuestra parte. Decimos que éste es uno de los problemas que tienen niños/as y adolescentes en día; lo quieren todo, y lo quieren ya.  Pero ¿y nosotros/as?, ¿Acaso no queremos ver resultados inmediatos en sus conductas, en nuestro trabajo, y  en todas nuestras acciones en general? A veces abandonamos el barco de manera prematura y otras nos perdemos en el perfeccionismo eterno, en cualquiera de los caso dejamos  de lado la clave esencial.
¿Qué es la constancia? La constancia es el hábito de mantener un esfuerzo que se prolonga en el tiempo. Es un concepto que viene muy ligado a la fortaleza: consiste también en superar dificultades. Sólo que aquí sólo nos referimos particularmente a un único tipo de obstáculo: el de la duración del esfuerzo.
La falta de constancia es uno de los males que nos aqueja en muchos ámbitos de la vida. A veces, buscamos resultados rápidos y abandonamos de manera prematura los proyectos antes de poder cosechar los frutos del trabajo en el que hemos invertido nuestro esfuerzo.
Sin embargo, el éxito sólo puede alcanzarse con paciencia, con esfuerzo cotidiano, con  constancia y con la convicción de que para conseguir una meta (objetiva y realista), no basta con invertir nuestra energía de un solo golpe o de manera esporádica sino que por el contrario, debe ser el resultado de un trabajo cotidiano permanente, organizado y visionario.
#1.Planifica cada día.
Elimina las distracciones. Destina un momento determinado de cada día a incubar ese proyecto, ese objetivo o esa idea y establece plazos para concretarlo. Dedicarle algunos minutos de manera cotidiana  te permitirá ver los resultados de su evolución y te mantendrá motivado para concluirla.
#2. La frecuencia es un motor para seguir adelante.
Mantener tu mente enfocada en el seguimiento de tu idea es la mejor manera de mantenerla con vida y al mismo tiempo, la frecuencia con que te apliques a desarrollarla te brinda nuevos enfoques y maneras para enriquecerla.
#3. Libera la presión
Hacer un trabajo constante da mejores resultados que volcar todo el esfuerzo de un solo golpe pues en este último caso, no tienes oportunidad de corregir, en cambio, si te dedicas con frecuencia a desarrollar tu proyecto, tienes la capacidad de perfeccionarlo y liberarte de la presión de entregar un producto incompleto o deficiente. Este es probablemente el más común de los errores, querer resolverlo todo en el último minuto y sentirte agobiado/a por el estrés que ello genera.
#4. Desarrolla tu creatividad
Aunque pudiera parecer que siempre se debe estar inspirado/a para llevar a cabo una tarea, la creatividad no surge de la nada, sino de las experiencias y conocimientos previos; por ello es más fácil crear cuando se tiene un trabajo constante que cuando se comienza desde cero y sin rumbo.
#5. Efecto Dominó
La magia comienza cuando se desarrolla un hábito y luego, todo lo demás es más sencillo de realizar. Si logras disciplinarte para ser constante, cada vez que lo requieras podrás sentarte y dedicarle tiempo a un proyecto aun cuando dispongas de poco tiempo. La disciplina es clave para convertir este acto en algo mecánico que fluya con facilidad. Dicho de otra manera, la constancia genera constancia.
#6. Produces más y mejor
Es casi automático, cuando eres constante tu productividad aumenta y con ello, también vas cosechando los frutos de enfrentarte a desafíos más grandes. Casi sin darte cuenta la jornada rinde más, los resultados que se generan son de mayor calidad y te sientes más satisfecho/a.
Es necesario entender que la constancia no tiene nada que ver con la rapidez, sino con la efectividad y la eficiencia. A veces suele confundirse el hecho de ser constante con el de trabajar sin descanso y a toda velocidad pero éste es un concepto tan equivocado como el de concentrarse en el perfeccionismo desmedido y perder tiempo valioso que podríamos emplear en ofrecer resultados concretos.

“Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien”.  Pitágoras
 
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