lunes, 23 de junio de 2014

ALIMENTACIÓN Y EMOCIONES

Entre la alimentación y las emociones existe un complejo vinculo, tal es así que se denomina con frecuencia a nuestro intestino como nuestro segundo cerebro, pues todo lo que comemos puede tener su causa en las emociones y de igual manera, nuestra dieta puede condicionar nuestro estado anímico y emocional.

Las emociones afectan nuestra dieta.

Muchas veces hemos dicho que comemos por placer. La comida no sólo tiene una función nutritiva sino que el acto de comer es placentero, desestresante y por ello, cuando nos sentimos cansados podemos ir en busca de comida, de hecho dormir poco está relacionado con la obesidad, pues la falta de sueño genera estrés y se incrementan en el organismo hormonas que elevan los deseos de ingerir alimentos.

De igual manera, cuando estamos ansiosos o con problemas emocionales, podemos ir en busca de comida para sentirnos mejor, y en realidad, hay alimentos que ayudan a calmar la ansiedad porque en su composición incluyen triptófano, un aminoácido que estimula la liberación de serotonina y nos relaja al mismo tiempo que nos vuelve más felices. Esos alimentos son por ejemplo el chocolate, el plátano, las nueces o el yogur.

Por supuesto, es normal que de vez en cuando nos relajemos y disfrutemos de un momento placentero como es comer un pastel de chocolate, pero la alimentación emocional debe ser controlada, pues no siempre podemos comer cuando estamos cansados, enojados, tristes o alegres, de lo contrario, culminaríamos con exceso de comida. No todo se soluciona comiendo.

Además, está comprobado que cuando comemos para calmar nuestras emociones escogemos más alimentos grasos, lo cual puede desencadenar un exceso de grasas en la dieta, desequilibrando la misma y causando enfermedades. Esto es así, porque nuestros antepasados pasaban mucho tiempo sin comer y en actividad, lo cual es una situación estresante, y su cuerpo fue adaptado genéticamente para que al momento de tener comida escogieran estratégicamente los nutrientes más concentrados en energía como son las grasas. Entonces, las grasas se asocian a una disminución del estrés en nuestro cerebro. Por ello, cuando estamos muy cansados quizá reduzca más el estrés un pastel con nata que una manzana.

Otra prueba de que las emociones afectan nuestra dieta es el hecho de que cuando estamos tristes muchas veces no nos cabe bocado o cuando comemos con nervios la comida nos cae mal. Y en casos extremos las emociones pueden afectar negativamente la digestión provocando un síndrome de intestino irritable que condiciona posteriormente la calidad de la dieta.

En el lado positivo de este vínculo se encuentra nuestra historia emocional, es decir, muchas veces basamos nuestras preferencias o elecciones alimentarias según fueron nuestras emociones en el pasado. Por ejemplo, en mi caso personal adoro las pastas, porque las asocio a mi abuelo y al vínculo emocional que existía entre nosotros. Asimismo, una persona puede preferir determinada comida porque le recuerda gratos momentos afectivos o rechazar una preparación porque se asocia mentalmente a un feo recuerdo.

La dieta afecta nuestras emociones

La alimentación y las emociones están estrechamente vinculadas y eso lo demuestra el hecho de que al comer un dulce generalmente nos sentimos más relajados y mejor, también hemos dicho que hay alimentos que por estimular la liberación de serotonina nos ayudan a sentirnos mejor.

Por otro lado, una dieta saludable nos ayuda a sentirnos bien, pues en el intestino existen muchas terminales que nerviosas que envían información al cerebro y por lo tanto, prevenir alteraciones intestinales así como llevar una dieta de buena calidad, nos ayuda a mantener bajo control las emociones. Llevar una dieta suficiente en micronutrientes, con buena cantidad fibra soluble, probióticos y agua, es un mimo a nuestro aparato digestivo y al segundo cerebro del organismo.

En el opuesto de esta compleja relación podemos decir que una mala alimentación puede producirnos depresión, tal es así que se sabe que una dieta pobre en antioxidantes, rica en grasas trans y escasa en micronutrientes puede dar origen a un estado emocional alterado.

Una alimentación rica en grasas descontrola nuestro reloj biológico, impidiendo la conciliación de un sueño adecuado lo cual se sabe origina estrés y malestar emocional. Como podemos ver, existe un círculo cerrado que vincula a la alimentación con las emociones.
Es una relación dinámica, pues tanto la comida afecta nuestras emociones como a la inversa. Para que nuestra salud sea la que mayor beneficio obtenga de esta relación, claramente ninguna debe predominar por sobre la otra, sino que debe existir un equilibrio.

Un equilibrio entre emociones y comida

Para que la alimentación no sea puramente emocional, es decir, para que la causa de nuestra ingesta no se encuentre siempre en las emociones sino que más bien nuestro consumo de alimentos se ajuste más al hambre real, debemos entender que la comida brinda placer y es un desestresante pero no soluciona nuestros problemas y sólo calma la ansiedad temporalmente.
Si estamos angustiados y buscamos comida, pensemos que no será la solución a esta emoción, sino que podemos recurrir a otras actividades placenteras que no impliquen el consumo de alimentos como son leer, escuchar música, caminar, hablar con un amigo, entre otras.
Si dejamos que ante cada emoción nuestro cuerpo ingrese comida, culminaremos con un exceso de calorías que puede desencadenar obesidad a largo plazo.

Pero si por el contrario reprimimos nuestros deseos de comer algo dulce de vez en cuando también estaremos alterando el equilibrio entre emociones y comida, pues cuando nos permitamos por fin comer un pastel no lo disfrutaremos y posteriormente a su ingesta sentiremos culpa por haberlo hecho, cuando es totalmente normal sentir placer por un poco de dulce.
Entonces, para establecer un equilibrio que no perjudique nuestra salud, debemos controlar la alimentación por emociones y al mismo tiempo, debemos permitirnos de vez en cuando comer por placer, disfrutando de una preparación sabrosa y cargada de emociones, pero si volvemos habitual este acto que vincula emociones y comida, podemos caer en un círculo perjudicial para el organismo.


Gabriela Gottau Artículo extraido de la web www.directoalpaladar.com

sábado, 14 de junio de 2014

¿Te has perdido por amor?


4 pasos para eliminar la dependencia emocional...

Eliminar la dependencia emocional es posible, para ello es uno mismo el que debe tomar la decisión de cambiar para tener una mejor calidad de vida. 
Las personas que sufren de apego excesivo, no disfrutan de las relaciones, se enganchan en exceso y pierden su individualidad satisfactoria.  
Hay más porcentaje de mujeres con este problema, aunque también hay hombres que lo sufren exactamente igual que cualquier mujer, con la desventaja de que les suele dar más vergüenza acudir a una consulta psicológica. Sienten que su hombría está en duda, cuando en realidad nada de eso tiene que ver, una autoestima baja puede acarrear este problema, independientemente del sexo de la persona.


1. RECONOCER QUE HAY UN PROBLEMA

Analiza.

No sólo existe la dependencia en las relaciones de pareja, también se puede dar en amistades, compañeros, familia y personas del entorno. A continuación un listado de situaciones para que evalúes si sufres este problema. Una persona con apego enfermizo se caracteriza por:

-Tu felicidad se centra en una sola persona, no disfrutas de otra cosa que no sea estar con quien amas o aprecias.

-Tu alegría depende de cómo te traten los demás y de lo que piensen de ti. Si te sientes aceptado todo genial, pero como sientas que caes mal o tengan mala opinión de ti, se esfuma la felicidad. Dependes en exceso de los demás para estar bien o mal.

- Evitas a toda costa dar la contraria para evitar enfrentamientos, te invade el temor a molestar o a ser rechazado.

- Antepones el deseo de otros, al tuyo propio, te sientes como si tú no tuvieras capacidad de decisión, tu vida la manejan.

- Sólo te sientes bien contigo mismo si te sientes querido, si no hay alguien a quien querer, te sientes vacío, sin amor propio. A cualquiera nos gustaría tener a alguien especial en nuestra vida, lo que diferencia a una persona no dependiente, es que cuando están solo/as pueden tener momentos de melancolía, pero eso no les detiene para seguir disfrutando de otras facetas de su vida. En cambio la persona dependiente no puede estar sola, se deprime, su autoestima decae y no es capaz de disfrutar de la vida. - El sentimiento de culpa está a menudo contigo, sientes que eres el responsable de la felicidad de los demás, ya sea tu pareja, familia, amistades, etc. Te sientes con la obligación de contentar a los demás y si no lo haces te sientes culpable.

- Te invade el miedo a menudo, miedo a perder a esa o esas personas que tanto amas o aprecias. Ese miedo te impide disfrutar como deberías de las relaciones.

- Caes fácilmente en los chantajes emocionales, no soportarías que por tu culpa alguien se hiciera daño, sacrificas tu felicidad para dársela a otros.

-Prefieres sufrir, antes que dejar a la persona a la que estás enganchado/a, no tienes la fortaleza de cortar un contacto porque tampoco sientes que tienes la capacidad de salir adelante sin esa persona a la que quieres.

 


-Necesitas al otro/a, sino la vida pierde total sentido, necesitas que te demuestre que le importas, de la manera tan excesiva que te importa a ti. Si no lo hace piensas que no te quiere y te enfadas. Las exigencias cobran vida.

-Quieres tener el control de toda su vida, para tener la seguridad de que no le perderás. Te conviertes en una especie de espía para seguir incluso las conversaciones que tiene con otras personas. Te obsesionas un poco con esa persona, dejas de vivir tu vida para seguir la del otro, para asegurarte de que no hayan indicios de que dejas de interesarle. Si ves que hay riesgo de que te pueda dejar, puedes dejar de ser tú mismo/a y hacer cosas que no te gustan con tal de contentarle.

-Esa persona está tanto en el centro de tu vida, que tus amistades y demás pierden importancia para ti. Hay tendencia de aislamiento social, sólo te apetece estar con esa persona, y cuanto más tiempo diario mejor.

 
-La relación genera ansiedad, nunca estamos contentos porque queremos más, y sobretodo tememos que nos dejen, y eso sería una catástrofe porque no nos imaginamos la vida sin esa persona.
 
2. LISTADO DE COSAS QUE TE PERJUDICABAN Y HAS HECHO POR AMOR O CARIÑO 

Una vez que ya has reconocido que tienes un problema y tienes el convencimiento de que quieres eliminar la dependencia emocional de tu vida, haz un listado de cosas que has llegado a hacer por alguien, que a ti te perjudicaba. Debes ser consciente de que una persona dependiente no se fija en su bienestar personal, prefiere contentar a la otra persona para no perderla. Si quieres cambiar, lo primero que debes hacer es pensar en ti lo primero, que tu bienestar sea lo principal en tu vida.

¿Qué cosas tenía la otra persona que te perjudicaban?, ¿Qué has hecho tú por el otro que a ti te hacía daño? Ejemplos: ¿Has dejado de lado amistades, familia, actividades, hobbies, estudios, desarrollo personal, etc..?, ¿Te han tratado con el respeto que te mereces?, ¿Has hecho cosas que no están bien para no perderle? ¿Cómo ha sido tu estado emocional?, ¿Sientes que has mendigado amor o afecto y has ido muy insistente detrás?, a parte de esta persona ¿Has tenido otras facetas en tu vida donde has disfrutado? Pueden ser hobbies, amistades, etc… ¿Has aguantado muchas cosas negativas con tal de no perderle?, etc… Es importante que hagas consciente el sufrimiento que has tenido por ser una persona dependiente. Piensa en todo lo negativo que te ha traído esa relación, de esta manera reforzarás tus ganas de cambiar y de eliminar la dependencia emocional.


 
3. REFUERZA TU AUTOESTIMA

El factor principal de cualquier dependencia es una autoestima baja. Hay muchas opciones para poder reforzarla, desde acudir a un profesional de la psicología hasta hacer biblioterapia. En cualquier biblioteca hay libros muy interesantes sobre la autoestima. Haz como si tuvieras que estudiar para el colegio, infórmate todo lo que puedas sobre reforzar tu autoestima y lee los libros que te parezcan más interesantes. De todos siempre se saca algo nuevo e instructivo.

4. APRENDER A ESTAR SOLO/A

La vida es más bonita con amor, pero éste llega sanamente cuando uno se siente bien consigo mismo. No podemos tener una relación sana si antes no nos hemos desarrollado como personas. Cuando uno mismo se ama y no necesita a los demás, es cuando está preparado para querer de una manera sana.  

A todos nos gustaría tener una pareja ideal, a personas a quien querer, etc… Pero una cosa es “necesitar”y otra muy diferente es “desear”.  

Cuando lo necesitas no funciona, porque si uno no se ama a sí mismo, tampoco podrá amar a los demás de una manera madura y sana. Uno debe aprender a disfrutar de la vida sin pareja. Hay infinidad de cosas que hacer. Desarrolla tus habilidades, labra tu futuro, dedica tiempo a tus hobbies, haz amistades con gente buena, viaja, mira a tu alrededor para disfrutar de las pequeñas cosas, y sobre todo cuídate y ámate como te mereces.
Victor Rodríguez.

miércoles, 4 de junio de 2014

-El Tacto y el Tocar-
Silencio… cierra lo ojos… respira. Date unos segundos para recordar… ¿Cuándo fue la última vez que alguien te tocó, te abrazó, te acarició?
se-aprende-a-amar-siendo-amado Y ¿cómo era ese tacto, esa caricia? ¿Era cálida, amable o por el contrario apresurada y torpe?
Y tú… ¿Te sentiste infinitamente segura/o y amada/o? o ¿tal vez inhibida/o y con ganas de que acabara pronto este mal rato?”
El tacto, ese antiquísimo órgano sensorial por delante de la vista, del oído, del gusto y del olfato es también el más sensible y nuestro primer medio de comunicación. En la piel se reflejan nuestras experiencias vitales, las emociones, las alegrías, las tristezas, los duelos, los aciertos, los fracasos, el paso de los años.
Con todo eso, el estatus que se le da a la piel es más bien bajo, contrario a lo que sucede con sus implicaciones. Excepto cuando duele, muy pocas veces somos conscientes de lo imprescindible de sus funciones en nuestra vida, porque una persona puede vivir sin ver, sin oír, sin oler o sin gustar algo, pero nadie puede vivir sin lo que aporta el sentido del tacto.
Tal como explicó Ashley Montagú, antropólogo y psicólogo británico que dedicó gran parte de su carrera al estudio de la piel en las relaciones humanas, la estimulación cutánea es esencial para un sano desarrollo físico y conductual. Dice :
“Parece probable que, en los seres humanos, la estimulación táctil sea fundamental para el desarrollo de sanas relaciones emocionales o afectivas, que lamer y amar estén íntimamente unidos; en pocas palabras, que se aprende a amar no mediante instrucciones, sino siendo amado”.
 
De todas formas lo que me interesa más de esta frase es: “se aprende a amar no mediante instrucciones, sino siendo amado“. Esto supone que no se gana nada con exigir el cariño de los hijos, las parejas o los alumnos con discursos y moralejas. Supone que un “te quiero” dicho cada mañana en tono muletilla no llega a ningún puerto. Significa que el juguete más caro el día del cumpleaños nunca podrá sustituir la cálida presencia del abrazo. Quiere decir que joyas, cenas y viajes nunca serán suficientes para compensar la falta de contacto entre los cuerpos.
Por naturaleza, estamos diseñados/as para desarrollarnos socialmente a través del contacto físico y, si esta necesidad no se satisface, se generan disfunciones que no resultan demasiado extrañas ya que las vemos -cuando no las padecemos- en la vida tal y como la estamos planteando en el mundo occidental.
Porque ahora mismo podemos comprobar cómo cada vez son menos las ocasiones en que encontramos disposición para el contacto. Sabemos que las necesidades orales derivadas de la ansiedad son fácilmente satisfechas con tabaco, comida, alcohol, drogas, compras, redes sociales, etc., pero resulta muy difícil buscar sustitutos eficaces para la necesidad de contacto físico. Tal vez este sea el motivo por el cual algunos hombres y mujeres se implican en relaciones en las que el sexo es una motivación puramente táctil.
De esto trató una investigación citada por Montagú en su libro “El Tacto. La importancia de la piel en las relaciones humanas” . Marc H. Hollender, mostró cómo la mayoría de mujeres participantes había utilizado el sexo para que un hombre les abrazara, ya fuera pidiendo de forma directa el abrazo, ya fuera indirectamente. También es interesante el dato de que la mayor parte de las mujeres que participaron en la investigación padecían depresión. Este dato puede ser interesante en los análisis de las actuales problemáticas relacionadas con la dependencia afectiva.
¿Y qué pasa con los hombres?
 En un estudio se reflejaron tanto la necesidad sentida y consciente de ser abrazados, como el rechazo al contacto táctil por no considerarlo demasiado masculino.
Por esto es que hay que tener cuidado con los mitos. “Los hombres son fuertes, no lloran”, “las niñas no se tocan”, “niños y niñas no deben estar solos en la habitación”… todavía suenan esas palabras en diferentes contextos, aunque parezca increíble. Son palabras que denotan básicamente la vulgarización del contacto físico, reducido a la percepción distorsionada del sexo como algo sucio y pecaminoso. Así es como se cierran todos los huecos del cuerpo, desde los poros de la piel hasta la misma boca, aprendiendo a evitar tocar y ser tocado siempre que sea posible.
El tacto es imprescindible. Es el lenguaje que tenemos para comunicar lo que las palabras no pueden decir. Así lo dijo Montagú:
“El tacto es un lenguaje en sí, con un amplio vocabulario. Mediante el tacto comunicamos lo que no podemos expresar con palabras, ya que el tacto es la verdadera voz del sentimiento e incluso las mejores palabras carecen de su honestidad”.
Por esto, una estimulación táctil que proporcione seguridad y protección desde el principio de la vida es la mejor herencia. La capacidad de hablar y entender con la piel es una muestra de vitalidad y salud. Poder abrazar al amigo para expresar los sentimientos es un recurso emocional de valor incalculable. Una vida de pareja con contacto físico presente en la cotidianidad es una fuente de salud. Una vejez en la que se es tocado/a es, sencillamente, la esencia de una vida, vivida con amor. 
María Clara Ruiz