martes, 13 de mayo de 2014

Las dos ranas.Cuento.

 Un cuento de Menapace:
Las dos ranas.
¿Tú que rana eres?
Dice así:
 
“Había una vez dos ranas que se cayeron en un recipiente de crema. Inmediatamente sintieron que se hundían, era imposible nadar o flotar mucho tiempo en ese líquido tan espeso. Al principio las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente… pero era inútil, sólo conseguían chapotear en el mismo lugar. Sentían que cada vez era más difícil salir de allí. 

Una de ellas dijo en voz alta: “No puedo más, es imposible salir de aquí y ya que voy a morir, no veo para que prolongar este dolor. No entiendo que sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”. Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco. 

La otra rana más persistente y más tozuda, se dijo: “Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, ya que la muerte me llegará, prefiero luchar hasta el último aliento. No quisiera morir un segundo antes que me llegue mi hora”. Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un centímetro. ¡Horas y horas ¡ Y de pronto… de tanto patalear y agitar sus patitas, la crema se transformó en manteca. La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó al borde del recipiente. Desde allí, solamente le quedaba ir croando alegremente de regreso a casa”. 
Bellamente el monje argentino Menapace nos muestra las dos actitudes más frecuentes ante la adversidad en la vida: la primera rana representa a las personas que sucumben ante la menor contrariedad: problemas con los hijos, con la pareja, en el trabajo, problemas de salud, etc. Este grupo está formado por los quejosos (todo le sale mal), los conformistas (no tienen ninguna aspiración), los pesimistas (todo lo ven negro), los envidiosos (lo que tienen los otros siempre es lo mejor) y un largo etcétera. La segunda rana es la imagen de los que luchan contra la adversidad: por ejemplo, esa madre que remueve “Roma con Santiago” por la atención de su hijo que padece una enfermedad rara, o el vecino o amigo que siempre presenta una sonrisa ante cualquier contrariedad o el que siempre contempla la vida como “una botella medio llena”.

La gran lección de este bello cuento nos muestra que ante la dificultad lo más sano no es abandonar sino posibilitar que nos sirva para crecer y ser más felices. 

Alejandro Rocamora Bonilla

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