Navidad: El alimento emocional de una mesa compartida
- En diciembre, las comidas festivas favorecen el encuentro: se llena el estómago pero también la despensa afectiva.
Todos tenemos un modo de relacionarnos con la comida que expresa en alguna medida nuestra vida afectiva y la relación que mantenemos con los otros y con nosotros mismos. Comer es un placer desde el primer momento de la vida, el alimento calma la necesidad corporal y la afectiva. Los primeros placeres amorosos que quedaron en la base de nuestra relación con la comida empezaron con nuestra madre. Primero, con el amamantamiento, en el que la alimentación afectiva iba unida a la física y, más tarde, con las huellas que nos quedaron de cómo, qué y quién nos daba de comer en nuestra primera infancia. Con esas huellas se crean asociaciones inconscientes que harán de la comida un buen momento para las relaciones interpersonales o un hecho no tan placentero, si no hemos recibido una herencia emocional que nos permita disfrutar de ella.
Freud decía que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Si no satisfacemos la primera se muere nuestro cuerpo, pero si no tenemos el suficiente amor para vivir, la tristeza nos destroza y también queremos morir. Por ello, si logramos enlazar un buen alimento emocional, es fácil que podamos disfrutar alrededor de una cena del placer de vivir con aquellos que son importantes para nuestra vida.
Durante este mes se organizan almuerzos con compañeros de trabajo, una forma de acercarse a ellos de forma más íntima, porque comiendo juntos se favorece la descarga emocional. Compartimos entonces la despensa imaginaria que tenemos y que contiene los ingredientes necesarios para no pasar hambre de amor. Estos ingredientes esenciales son: reconocimiento, autoestima, cariño, ilusiones y deseos. La boca que se abre y se cierra a la comida es la misma boca que habla. El orificio por el que penetran los alimentos es el mismo por el que salen las palabras. Las palabras participan de la cualidad de algunos alimentos pueden ser agrias y desagradables o suaves y dulces.
Afectos nutritivos
La comida puede convertirse en un analgésico para el alma o en un veneno para el cuerpo. Esta segunda opción sucede, por ejemplo, en la bulimia, cuando lo que se come se vomita porque el alimento está asociado a algo que no se puede metabolizar psíquicamente. Los sabores, los olores, evocan recuerdos y estos pueden ser agradables o desagradables, según la situación afectiva a la que quedan enlazados.
Irene miraba las magdalenas que quedaban en la mesa y recordaba a su abuela con cariño. Lo que probablemente más les gustaba de ellas eran el amor con el que habían sido hechas. Irene recordaba a su abuela ahora que ella tenía dos nietas y el destino la había colocado en esa posición. Era domingo y sus familiares se acababan de ir a sus casas. Ella se sentía contenta y cansada. Comenzó a pensar en lo bien que se lo pasaban juntos; la comida era la excusa para reunirse, charlar, ver jugar a las niñas y saborear los platos que más les gustaba.
El domingo, como ella decía, era el día de “hacer familia” e Irene tenía la impresión de que la suya funcionaba bien: tenían conflictos, pero los sabían resolver. Durante las comidas se hablaba de todos y de casi todo. Entre buenos y sabrosos platos, que preparaba durante la mañana con bastante cariño, circulaban palabras amables, así como el interés por lo que hacían o la aceptación de las dificultades de los demás. Las sobremesas a veces eran muy largas, en ellas hablaban más despacio, como si además del estómago se hubiera llenado esa despensa afectiva que todos necesitamos reponer recibiendo el apoyo de los nuestros. Un buen alimento afectivo circulaba entre los miembros que componían su mesa familiar.
Mirar el pasado
Disfrutar de esos agradables almuerzos junto a los suyos había sido toda una construcción. Irene lo consideraba todo un logro en su vida porque no siempre había sido así. Cuando era niña había tenido muchos problemas con la comida. Después de un tratamiento que realizó en su juventud, se dio cuenta de que su rechazo infantil a alimentarse era una forma de pedir otro tipo de atención afectiva diferente a la que había recibido. Sus padres se separaron siendo ella muy pequeña y a su madre, sumida en una depresión, no le quedó energía para cuidarla y la envió con su abuela. Recordaba las comidas familiares como un campo de batalla donde surgía el rencor hacia su padre. Ella comía muy poco y hacía que su abuela estuviera mucho tiempo acompañándola, compensando la poca atención de su madre y el abandono de su padre.
La construcción familiar que disfrutaba ahora había sido posible porque había elaborado en su tratamiento su historia y esto la había conducido a escoger una pareja muy diferente a las características paternas. Su marido era un hombre al que no le asustaban los conflictos y tenía una saludable capacidad tanto para poner palabras a lo que sentía, como para escuchar a sus hijos. Ahora la comida era algo agradable.
La claves
La palabra: La oralidad
La boca es la zona más sensible en la tarea de mantener interrelacionadas la realidad interna y externa.
Freud describe un tipo de sexualidad oral en adultos. La boca fue la primera zona del cuerpo susceptible de producir placer al ser la vía por la que penetraba la leche de la madre. En los adultos podemos ver las huellas de este erotismo oral en actos como, por ejemplo, el beso. El objetivo del erotismo oral es la estimulación de esta zona erógena cuya actividad provoca un alivio de la tensión interna.
Las personas que se han quedado fijadas en la etapa oral pueden tener conflictos con la comida, entre otras adicciones. Al no saber enfrentarse a las situaciones actuales de frustración, regresan a un placer seguro, conocido y ancestral.
Sobre la oralidad, que es el placer que se registra en la boca, comienza nuestra relación con el otro.
Freud decía que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Si no satisfacemos la primera se muere nuestro cuerpo, pero si no tenemos el suficiente amor para vivir, la tristeza nos destroza y también queremos morir. Por ello, si logramos enlazar un buen alimento emocional, es fácil que podamos disfrutar alrededor de una cena del placer de vivir con aquellos que son importantes para nuestra vida.
Durante este mes se organizan almuerzos con compañeros de trabajo, una forma de acercarse a ellos de forma más íntima, porque comiendo juntos se favorece la descarga emocional. Compartimos entonces la despensa imaginaria que tenemos y que contiene los ingredientes necesarios para no pasar hambre de amor. Estos ingredientes esenciales son: reconocimiento, autoestima, cariño, ilusiones y deseos. La boca que se abre y se cierra a la comida es la misma boca que habla. El orificio por el que penetran los alimentos es el mismo por el que salen las palabras. Las palabras participan de la cualidad de algunos alimentos pueden ser agrias y desagradables o suaves y dulces.
Afectos nutritivos
La comida puede convertirse en un analgésico para el alma o en un veneno para el cuerpo. Esta segunda opción sucede, por ejemplo, en la bulimia, cuando lo que se come se vomita porque el alimento está asociado a algo que no se puede metabolizar psíquicamente. Los sabores, los olores, evocan recuerdos y estos pueden ser agradables o desagradables, según la situación afectiva a la que quedan enlazados.
Irene miraba las magdalenas que quedaban en la mesa y recordaba a su abuela con cariño. Lo que probablemente más les gustaba de ellas eran el amor con el que habían sido hechas. Irene recordaba a su abuela ahora que ella tenía dos nietas y el destino la había colocado en esa posición. Era domingo y sus familiares se acababan de ir a sus casas. Ella se sentía contenta y cansada. Comenzó a pensar en lo bien que se lo pasaban juntos; la comida era la excusa para reunirse, charlar, ver jugar a las niñas y saborear los platos que más les gustaba.
El domingo, como ella decía, era el día de “hacer familia” e Irene tenía la impresión de que la suya funcionaba bien: tenían conflictos, pero los sabían resolver. Durante las comidas se hablaba de todos y de casi todo. Entre buenos y sabrosos platos, que preparaba durante la mañana con bastante cariño, circulaban palabras amables, así como el interés por lo que hacían o la aceptación de las dificultades de los demás. Las sobremesas a veces eran muy largas, en ellas hablaban más despacio, como si además del estómago se hubiera llenado esa despensa afectiva que todos necesitamos reponer recibiendo el apoyo de los nuestros. Un buen alimento afectivo circulaba entre los miembros que componían su mesa familiar.
Mirar el pasado
Disfrutar de esos agradables almuerzos junto a los suyos había sido toda una construcción. Irene lo consideraba todo un logro en su vida porque no siempre había sido así. Cuando era niña había tenido muchos problemas con la comida. Después de un tratamiento que realizó en su juventud, se dio cuenta de que su rechazo infantil a alimentarse era una forma de pedir otro tipo de atención afectiva diferente a la que había recibido. Sus padres se separaron siendo ella muy pequeña y a su madre, sumida en una depresión, no le quedó energía para cuidarla y la envió con su abuela. Recordaba las comidas familiares como un campo de batalla donde surgía el rencor hacia su padre. Ella comía muy poco y hacía que su abuela estuviera mucho tiempo acompañándola, compensando la poca atención de su madre y el abandono de su padre.
La construcción familiar que disfrutaba ahora había sido posible porque había elaborado en su tratamiento su historia y esto la había conducido a escoger una pareja muy diferente a las características paternas. Su marido era un hombre al que no le asustaban los conflictos y tenía una saludable capacidad tanto para poner palabras a lo que sentía, como para escuchar a sus hijos. Ahora la comida era algo agradable.
La claves
- Comer juntos es compartir con el otro un bienestar corporal y emocional, si con las personas que nos acompañan intercambiamos afectos agradables.
- Podríamos inferir que la forma de poder disfrutar con los otros de una buena comida está relacionada con la capacidad para disfrutar de la vida.
- Para obtener placer alimentándonos tenemos que dedicarle tiempo.
- Comer demasiado, o no hacerlo de forma suficiente, podría tener relación con buscar una solución somática a una tensión interna.
- Algunos alimentos que nos gustan están asociados a algo que nos hacia sentir bien durante la infancia.
La palabra: La oralidad
La boca es la zona más sensible en la tarea de mantener interrelacionadas la realidad interna y externa.
Freud describe un tipo de sexualidad oral en adultos. La boca fue la primera zona del cuerpo susceptible de producir placer al ser la vía por la que penetraba la leche de la madre. En los adultos podemos ver las huellas de este erotismo oral en actos como, por ejemplo, el beso. El objetivo del erotismo oral es la estimulación de esta zona erógena cuya actividad provoca un alivio de la tensión interna.
Las personas que se han quedado fijadas en la etapa oral pueden tener conflictos con la comida, entre otras adicciones. Al no saber enfrentarse a las situaciones actuales de frustración, regresan a un placer seguro, conocido y ancestral.
Sobre la oralidad, que es el placer que se registra en la boca, comienza nuestra relación con el otro.
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