sábado, 26 de julio de 2014

 ¿CÓMO SER UNOS BUENOS PADRES?
Ser hijo de unos buenos padres es una bendición y una gran ventaja.

No me refiero a tener unos padres perfectos, sino unos padres que, dentro de sus limitaciones, se ponen de acuerdo y ponen manos a la obra para dar lo mejor de sí mismos a sus hijos. Ser esposos y padres es una vocación de servicio insustituible.

Además de la buena voluntad, los padres de hoy han de coordinar lo mejor posible el amor a sus hijos con los conocimientos actuales de la educación. No basta repetir el modelo de nuestros padres, siempre respetable. La ciencia y el arte de educar hoy tiene aspectos nuevos a tener en cuenta. Los padres actuales, si quieren ser buenos educadores, han de prepararse.

En principio, si preguntamos a los padres de hoy qué quieren para sus hijos, a la hora de ponerse a educar, nos vendrían a decir poco más o menos:
"Queremos que nuestros hijos crezcan y se desarrollen sanos en todos los aspectos, que aprendan a respetar a los demás y sean felices".

¿Pero cómo conseguir este ideal? Partimos de que educar es una ciencia y un arte nada fácil y requiere buena dosis de paciencia acumulada.

Como punto de partida, hemos de crear el ambiente apropiado para que pueda darse el desarrollo gradual e integral en nuestros hijos: La buena educación se realiza allí donde se consigue crear un clima de amor y seguridad, que posibilite crecer y robustecer la personalidad del niño o de la niña. De ahí, que un pequeño, si pudiera, diría desde la cuna a sus progenitores: "Necesito más que os queráis vosotros, que no que me queráis a mí". Cuando falta el amor conyugal, no puede suplirse con mimos y regalos del padre o de la madre.

Dos esposos que se aman, vertiendo su amor y su calor sobre el pequeño, le están haciendo sentir: "Soy valioso para los míos", "es hermoso vivir en familia".

El amor en la educación ha de ser guiado y acompañado por el conocimiento de los principios educativos hoy, como hemos apuntado anteriormente. Sólo así, los padres sabrán armonizar la firmeza y las exigencias con el afecto y la comprensión. Por un lado no caerán en la tentación de evitar en sus hijos todo tipo de dificultades y esfuerzos (que son oportunidades para ir adquiriendo seguridad y confianza en sí mismos) ni de permitirles todos los caprichos, como tampoco imponerse a base de autoridad y exigencia del "ordeno y mando".

¿Por donde empezar?

Contacto directo: No se puede educar a distancia: El pequeño necesita la presencia del padre y de la madre para vertebrar su incipiente personalidad. El niño aprende y crece copiando de los padres.

Educar a dúo: No es tarea de la madre ni del padre por separado; sino, como en el canto a dúo, se han de oír las dos voces a la vez y sin desafinar.

No esperar: Sería perder el tiempo. Hemos de empezar a educar ya. Todo el ambiente que rodea al niño favorece o retrasa su evolución.

Trabajar los sentimientos: es uno de los rasgos de la psicología de hoy: El sentimiento y la emoción es el motor que mueve el mundo de la persona. Es importante "saber" que nuestros hijos sienten también y enseñarles a reconocer los sentimientos y a poder expresarlos de forma adecuada.

Ser coherentes: en la medida de lo posible, entre lo que decimos y enseñamos y entre los principios y lo que hacemos y vivimos. Admitir también las limitaciones de los padres y demás componentes de la familia.


MIGUEL ROS.

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