Afrontando el estrés
Estrés es una palabra que escuchamos habitualmente en nuestro día a día. “Lo que tienes es estrés”, “ha sido un día muy estresante”, “voy acelerada, ¡Qué estrés!”. Sin embargo, es algo que experimentamos todos, pero que resulta difícil de definir. Podemos entender el estrés como una respuesta fisiológica, psicológica y conductual de un individuo ante un cambio en el ambiente que requiere una adaptación. El estrés es algo subjetivo y aparece cuando percibimos una amenaza y consideramos que no tenemos recursos para afrontarla. Cuando esto ocurre, se genera una respuesta de estrés (activación fisiológica) y nuestro organismo se prepara para la acción. El estrés es un mecanismo que puede tener efectos perjudiciales si se activa cuando no es necesario, pero, el estrés en sí no es malo, ya que nos ayuda a maximizar los recursos energéticos ante situaciones amenazantes y es imprescindible para nuestra supervivencia.
No todos nos estresamos igual ante una misma situación. Ante una misma situación una persona puede estresarse y otra no. Nuestro nivel de estrés no es directamente proporcional al estresor, sino que va a depender de cómo evaluemos la situación y de los recursos que dispongamos para afrontarla. La respuesta al estrés, por lo tanto, depende de tres factores:
1. La situación. Según Crespo y Labrador (2003, citado por Robles y Peralta, 2006), las principales fuentes de estrés son:
- Sucesos vitales intensos y extraordinarios. Implican cambios importantes en la vida y exigen un trabajo de adaptación muy intenso. Ejemplos, un accidente grave o la muerte de un ser querido.
- Sucesos diarios estresantes de pequeña intensidad. Son estresores menores pero muy repetitivos. Tienen efectos muy negativos a nivel psicológico y biológico. Ejemplo de este tipo de estresor serían los conflictos en el trabajo, problemas de comunicación.
- Situaciones de tensión crónica mantenida. Son situaciones que generan gran cantidad de estrés y que se mantienen durante períodos largos de tiempo. Un ejemplo sería el estrés que sufre una mujer víctima de malos tratos.
2. La interpretación que hacemos de la situación. Nuestras reacciones ante el estrés dependen en gran medida de nuestros pensamientos y creencias. Es importante cuestionar nuestros pensamientos negativos y sustituirlos por otros alternativos más saludables. De esta forma, evitaremos tener que usar este kit de reducción del estrés.
3. Los recursos para enfrentarnos a ella. Existen algunos recursos que podemos utilizar para enfrentarnos a situaciones estresantes, como, la relajación para disminuir la activación, la parada de pensamiento para controlar los pensamientos negativos, administración eficaz del tiempo para conseguir nuestros objetivos, técnicas para mejorar nuestras habilidades sociales y afrontar los conflictos interpersonales, etc.
Tal y como hemos señalado, nos sentimos estresados en función de cómo interpretemos la situación estresante. Nuestra interpretación determinará si se activa o no la respuesta de estrés. De esta forma, se puede explicar que algunas personas lo pasen muy mal ante una situación, mientras que otras permanezcan impasibles. Existen determinados factores que modulan la respuesta al estrés. A continuación vamos a señalar una serie de factores que amortiguan el efecto del estrés:
- Percibir que se dispone de apoyo social.
- Disponer de un estado físico saludable.
- Recursos personales: Optimismo, buen humor, sociabilidad…
- Capacidad para saber seleccionar la estrategia de afrontamiento más adecuada en función del estresor.
La clave para afrontar el estrés será la de aprender y generalizar estrategias adecuadas para mejorar nuestra competencia a la hora de afrontar las situaciones estresantes y evitar las consecuencias negativas que tienen en nuestra salud.
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