-El Tacto y el Tocar-
Silencio… cierra lo ojos… respira. Date unos segundos para recordar… ¿Cuándo fue la última vez que alguien te tocó, te abrazó, te acarició?
Y ¿cómo era ese tacto, esa caricia? ¿Era cálida, amable o por el contrario apresurada y torpe?
Y tú… ¿Te sentiste infinitamente segura/o y amada/o? o ¿tal vez inhibida/o y con ganas de que acabara pronto este mal rato?”
El tacto, ese antiquísimo órgano sensorial por delante de la vista, del oído, del gusto y del olfato es también el más sensible y nuestro primer medio de comunicación. En la piel se reflejan nuestras experiencias vitales, las emociones, las alegrías, las tristezas, los duelos, los aciertos, los fracasos, el paso de los años.
Con todo eso, el estatus que se le da a la piel es más bien bajo, contrario a lo que sucede con sus implicaciones. Excepto cuando duele, muy pocas veces somos conscientes de lo imprescindible de sus funciones en nuestra vida, porque una persona puede vivir sin ver, sin oír, sin oler o sin gustar algo, pero nadie puede vivir sin lo que aporta el sentido del tacto.
Tal como explicó Ashley Montagú, antropólogo y psicólogo británico que dedicó gran parte de su carrera al estudio de la piel en las relaciones humanas, la estimulación cutánea es esencial para un sano desarrollo físico y conductual. Dice :
“Parece probable que, en los seres humanos, la estimulación táctil sea fundamental para el desarrollo de sanas relaciones emocionales o afectivas, que lamer y amar estén íntimamente unidos; en pocas palabras, que se aprende a amar no mediante instrucciones, sino siendo amado”.
De todas formas lo que me interesa más de esta frase es: “se aprende a amar no mediante instrucciones, sino siendo amado“. Esto supone que no se gana nada con exigir el cariño de los hijos, las parejas o los alumnos con discursos y moralejas. Supone que un “te quiero” dicho cada mañana en tono muletilla no llega a ningún puerto. Significa que el juguete más caro el día del cumpleaños nunca podrá sustituir la cálida presencia del abrazo. Quiere decir que joyas, cenas y viajes nunca serán suficientes para compensar la falta de contacto entre los cuerpos.
Por naturaleza, estamos diseñados/as para desarrollarnos socialmente a través del contacto físico y, si esta necesidad no se satisface, se generan disfunciones que no resultan demasiado extrañas ya que las vemos -cuando no las padecemos- en la vida tal y como la estamos planteando en el mundo occidental.
Porque ahora mismo podemos comprobar cómo cada vez son menos las ocasiones en que encontramos disposición para el contacto. Sabemos que las necesidades orales derivadas de la ansiedad son fácilmente satisfechas con tabaco, comida, alcohol, drogas, compras, redes sociales, etc., pero resulta muy difícil buscar sustitutos eficaces para la necesidad de contacto físico. Tal vez este sea el motivo por el cual algunos hombres y mujeres se implican en relaciones en las que el sexo es una motivación puramente táctil.
De esto trató una investigación citada por Montagú en su libro “El Tacto. La importancia de la piel en las relaciones humanas” . Marc H. Hollender, mostró cómo la mayoría de mujeres participantes había utilizado el sexo para que un hombre les abrazara, ya fuera pidiendo de forma directa el abrazo, ya fuera indirectamente. También es interesante el dato de que la mayor parte de las mujeres que participaron en la investigación padecían depresión. Este dato puede ser interesante en los análisis de las actuales problemáticas relacionadas con la dependencia afectiva.
¿Y qué pasa con los hombres?
En un estudio se reflejaron tanto la necesidad sentida y consciente de ser abrazados, como el rechazo al contacto táctil por no considerarlo demasiado masculino.
Por esto es que hay que tener cuidado con los mitos. “Los hombres son fuertes, no lloran”, “las niñas no se tocan”, “niños y niñas no deben estar solos en la habitación”… todavía suenan esas palabras en diferentes contextos, aunque parezca increíble. Son palabras que denotan básicamente la vulgarización del contacto físico, reducido a la percepción distorsionada del sexo como algo sucio y pecaminoso. Así es como se cierran todos los huecos del cuerpo, desde los poros de la piel hasta la misma boca, aprendiendo a evitar tocar y ser tocado siempre que sea posible.
El tacto es imprescindible. Es el lenguaje que tenemos para comunicar lo que las palabras no pueden decir. Así lo dijo Montagú:
“El tacto es un lenguaje en sí, con un amplio vocabulario. Mediante el tacto comunicamos lo que no podemos expresar con palabras, ya que el tacto es la verdadera voz del sentimiento e incluso las mejores palabras carecen de su honestidad”.
Por esto, una estimulación táctil que proporcione seguridad y protección desde el principio de la vida es la mejor herencia. La capacidad de hablar y entender con la piel es una muestra de vitalidad y salud. Poder abrazar al amigo para expresar los sentimientos es un recurso emocional de valor incalculable. Una vida de pareja con contacto físico presente en la cotidianidad es una fuente de salud. Una vejez en la que se es tocado/a es, sencillamente, la esencia de una vida, vivida con amor.
Cada vez veo que a la gente le cuesta más tocarse, sobretodo a las parejas que se han olvidado tras asentarse en la rutina.No confundamos el tacto con el sexo porque nos limitamos.Miraros, besaros y tocaros dulce y suavemente sin más.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
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