EL HUMOR Y EL AMOR
La risa compartida crea en la pareja un maravilloso sentimiento de unión y complicidad.
Si cuando estamos de buen humor hacemos un ejercicio de memoria y recordamos situaciones que en el pasado nos resultaron problemáticas, veremos que, con el tiempo, la mayoría no tenía tanta importancia y que hoy incluso nos hacen reír. ¿Por qué no sacar provecho a esto para hacernos la vida más agradable y utilizar el sentido del humor, en lugar del mal genio, para resolver problemas de pareja? UNA PAREJA QUE SE RIE JUNTA ES FELIZ “Ernesto y yo estábamos gritándonos –cuenta Leonor de 34 años–. La discusión había empezado por no sé qué tontería, pero iba a más. Yo estaba tan enfadada que me subí a la cama para poder chillarle de igual a igual –él es mucho más alto que yo– y, de pronto, nos dimos cuenta de lo ridícula que era la situación, empezamos a reírnos (primero sin querer hacerlo y luego a carcajadas), y ya no pudimos seguir discutiendo”. Aunque actualmente la sociedad valora más la seriedad –como sinónimo de responsabilidad – que el buen humor, es fundamental que el hombre y la mujer no pierdan nunca la capacidad de reírse juntos, ya que esto crea una gran complicidad entre ellos. Y ser cómplices es el mejor nexo de unión de la pareja y un mecanismo fantástico de comunicación. De hecho, si nos remontamos en el tiempo y tratamos de recordar ese momento en el que fuimos conscientes por primera vez de que el otro era alguien especial, es muy posible que este instante esté unido a una sonrisa de complicidad compartida. En general, las parejas descubren enseguida si pueden reírse de las mismas cosas y es raro que una relación se llegue a consolidar cuando ambos no están en la misma onda.
Pero entonces, ¿qué sucede después para que poco a poco la pareja se deteriore y los momentos íntimos y divertidos dejen paso, cada vez con más frecuencia, a las discusiones y a las broncas? La pérdida del sentido del humor en la pareja es un síntoma claro de que algo anda mal, de que la comunicación se está deteriorando porque no somos capaces de expresar realmente lo que sentimos o porque, en lugar de escuchar lo que dice el otro, tendemos a hacer lo que se conoce como “adivinación de pensamiento”, es decir, contestar a lo que se cree que quiere decir y no a lo que realmente está diciendo. UN GUIÑO OPORTUNO PUEDE EVITAR TENSIONES Imaginemos una escena que, por desgracia, a la mayoría nos resulta muy familiar. Uno de los dos llega a casa cansado después de todo un día de trabajo y pregunta: ¿Qué vamos a cenar?”. El otro, que no ha tenido tiempo de comprar nada y también está cansado, malinterpreta la pregunta como un ataque y responde defendiéndose: “Si fuera por lo que tú te ocupas, no cenaríamos nunca”. Ahora ya los dos se sienten atacados...
“Si tú no te empeñaras en controlarlo todo...”, exclama, con evidente sorna, el hambriento. Y se inicia una discusión que puede continuar sacando todos los trapos sucios del pasado. Por ejemplo, no es raro que aparezca alguna alusión a las respectivas familias políticas o al –de repente – funesto día en que uno conoció al otro. Sin embargo, la misma situación podría resolverse mucho más fácil y agradablemente si uno de los dos fuera capaz de demorar la respuesta unos segundos, respirar profundamente y sustituir las ganas de asesinar al otro por una tierna o, incluso, sugerente broma. Así, a la pregunta de “¿qué vamos a cenar?”, se puede responder con un guiño y una sonrisa franca: “Como no tuve tiempo de comprar nada, podemos comernos el uno al otro, encargar una pizza o hacer primero lo uno y luego lo otro”. El humor puede salvar muchas situaciones. Le quita seriedad al asunto y hace que nos demos cuenta de que, la mayoría de las veces, las cosas son mucho menos importantes de lo que parecen y, además, si se tratan con tranquilidad, relajación y risas, se van a solucionar antes. Sin embargo, es muy importante utilizarlo adecuadamente, evitar el sarcasmo y la ironía y respetar esos terrenos del otro –que todos conocemos– con los que no se puede bromear. Evidentemente todos tenemos unos límites que no se deben transgredir, porque a partir de ahí las bromas duelen. Pero si la pareja tiene un buen grado de empatía, es decir, si ambos son capaces de ponerse en el lugar del otro, saber cómo se siente y respetarle, es muy fácil no pasarlos. Claro que nada de esto se puede hacer cuando nos sentimos mal. Para poder bromear de forma sana tenemos que empezar por reírnos de nosotros mismos, asumiendo que no somos perfectos y que, como el resto de la humanidad, tenemos muchísimos errores. TERAPIA QUE ALARGA Y ENDULZA LA VIDA Dice un proverbio chino que para estar sano hay que reír, al menos, 30 veces al día. Y es que está demostrado que la risa y el buen humor son la mejor medicina contra el estrés, la tensión y los problemas. Hay que tener en cuenta que, al mismo tiempo que se ríe, es imposible enfadarse, odiar y hasta pensar. La risa hace que el cerebro empiece a liberar endorfinas y este proceso resulta incompatible con la producción de adrenalina que provocan los enfados. La risa es además un antídoto contra el dolor físico y psicológico. Oxigena el organismo, activa la circulación, refuerza el sistema inmunológico y proporciona sensación de bienestar. Si cuando más enfadados estamos pudiéramos detenernos, contar hasta diez y pensar en algo que nos hiciera sonreír, estaríamos poniendo en marcha un benéfico círculo vicioso:
Al reír obligamos al cerebro a fabricar endorfinas (llamadas “hormonas de la felicidad”) que nos hacen sentir de buen humor, y así es más fácil reír, y reír mejora el ánimo... En este proceso se basa la “risoterapia”, que consiste en provocar la risa sana, la carcajada, que pone en movimiento 400 músculos del cuerpo, quema calorías y nos deja hasta “cosquillitas”, sin emplear drogas ni fármacos. Se trata únicamente de reír escuchando carcajadas grabadas o recordando episodios divertidos de nuestra vida. El resultado es una gran medicina preventiva sin efectos secundarios. “TRUCOS” PARA MEJORAR EL ESTADO DE ANIMO De acuerdo, la risa y el sentido del humor son el mejor remedio contra el estrés y las tensiones, pero, ¿qué podemos hacer cuando estamos verdaderamente rabiosos y enfadados?. Llegar a dominarse requiere un tiempo de aprendizaje.Ante todo, hay que intentar ser consciente de lo absurdo que resulta discutir acaloradamente por tonterías como la pasta de dientes o una mancha en el mantel. Sobre todo, porque estas broncas enmascaran siempre otros problemas que rara vez se abordan. Si lo que nos molesta es que el otro no colabore con las tareas domésticas, debemos decirlo en un momento en que estemos tranquilos, expresando claramente nuestros sentimientos. Un buen truco que ayuda a ver las cosas de otra manera es imaginarnos a nosotros mismos y a nuestra pareja como dos actores que discuten en una película y observar, como espectador, lo que ocurre. Si somos capaces de distanciarnos, nos daremos cuenta de lo ridículo que resulta. También ayuda recordar los momentos divertidos que hemos pasado juntos riéndonos por cualquier cosa. Y, sobre todo, recuperar ritos y costumbres típicos del inicio de la relación que a todos nos ponen de buen humor: sorprender al otro, tener pequeños detalles con él, dejarle notitas cariñosas, reunirnos con amigos cercanos y divertidos, salir solos, y permitirnos el lujo de jugar a hacernos cosquillas u organizar una guerra de almohadas sin pensar que por ello dejamos de ser padres maduros y responsables.
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