Esto era un elefante pequeñito que nació en la caravana
de un circo y que, para que no se
extraviara, lo ataron a una estaca casi
tan alta como él, clavada en el piso a un costado de la carpa del circo. El
animal tiraba, empujaba y luchaba tratando de soltarse y no lo conseguía por la
resistencia que le oponía el fuerte madero.
Cada
día el animal se ponía de pié sobre sus patas traseras y con todas sus fuerzas
buscaba desprenderse, golpeaba con su trompa y empujaba con su cuerpo; sin embargo, la estaca se
mantenía firme y no le permitía liberarse.
Por
muchos días más el elefantito siguió insistiendo y cada vez lograba el mismo
resultado. La estaca era muy fuerte para él y por más que se empeñaba no lograba soltarse.
Pasó
el tiempo y el elefante se hizo grande, muy grande. La estaca, que antes era
alta y demasiado fuerte para él,
vino a transformarse en una débil
atadura insignificante para su fuerza y empuje. Sin embargo, el elefante,
enorme animal de potencia descomunal, mantenía todavía grabados en su memoria los fracasos pasados y las recriminaciones de los otros
elefantes del circo y éstos le habían influido para que no intentara un mínimo
esfuerzo para intentar un esfuerzo por
liberarse de su ridícula estaca..
Como sabéis, hay “estacas” de muchas clases. Descubramos las
distintas clases de estacas que pueden tenernos atados a cada uno de nosotros para
poder recobrar la libertad de ser plenamente nosotros. Sería muy buena señal que estemos convencidos que el principal obstáculo para
nuestro crecimiento personal, e incluso de nuestra felicidad, no está fuera
de nosotros mismos si dentro de nosotros mismos.
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